12.06.2010

21. Años Después

El cambio no sólo es posible, es inevitable. Los años pasan y lo que considerábamos importante o perentorio, un día, deja de serlo. Nuevas motivaciones y viejas heridas configuran miedos futuros y esperanzas secretas que nos definen y redefinen constantemente.

Ha pasado tiempo, mucho tiempo, desde que dejamos a nuestro héroe en suspensión. Su vida ha seguido avanzando, su identidad ha ido cambiando. Hoy los miedos que impulsan quien está-siendo son nuevos, matices de los anteriores terrores que vivió y leímos y vivimos junto a él.

La vida en Santiago ha cambiado. El Transantiago le robó la última gota de romanticismo estoico que las micros amarillas le daban a la gran urbe. Aún así, como en una burbuja de tiempo, sigue viviendo en aquél departamento mohoso al lado de la prostituta. Su hijo fué internado en el SENAME... parece que vender tu cuerpo para darle de comer a tus críos es un signo de que eres mala madre.

Los ruidos que lo mantienen despierto esta noche son los mismos de siempre.

Nuevos fantasmas de viejas mujeres le quitan el sueño. Isabel había sido su pareja por los últimos dos años. Los mejores dos años que podía recordar. Ahora ya ni siquiera podía recordar su olor o lo que se sentía hacerle el amor en ese colchón de mierda que ahora adorna el suelo de su departamento. Las sábanas y frazadas son más ásperas sin ella... pero todo sigue. Y no sigue igual.

El computador, obsoleto, suena como el motor de un auto de 1998. El polvo acumulado en la pantalla no deja ver bien el nombre de la canción que suena en el Winamp. "La última cerveza Escudo de la noche", piensa, "para poder conciliar el sueño". No suena del todo mal. El teléfono celular molesta con un mensaje de texto como esa mosca del living que no se va nunca. Es su papá, preguntando cuando irá a ver a su nuevo medio hermano. Él sabe que tiene que ir, lo que duda es si quiere ser parte de una nueva vida, sin historia que recordar, sin felicidades y recuerdos que extrañar.

No es tan tarde como creía y la lata de Escudo yace vacía al lado de la caja de plumavit que actúa como refrigerador. Una visita a Plaza Ñuñoa y a Carlos, su amigo actor, no estaría mal para terminar un miércoles, porque ¿quién necesita pensamientos metafísicos y descubrir verdades del Mundo cuando tienes un cigarrillo en una mano y una cerveza barata en la otra?.

10.08.2008

20. Retomando la vida

Han pasado un par de años desde que sucedió todo. O nada.

Las cosas cambian en la ciudad; las luces que la iluminan suelen ser las mismas, pero los objetos que iluminan se transforman, se distorsionan, se contraen y se derriten. La locomoción colectiva ya no es esa maraña romántica (¿o anti-romántica?) a la cual nuestro personaje podía subirse sin rumbo fijo, si no un sistema pensado, planeado y ejecutado. Busca la homogeneidad, no la diversidad. Los colores parecen muertos y la aventura desapareció. Ahora viajar es más seguro, es más aburrido, es más ejecutivo. Viva el neoliberalismo, viva hasta el fin de los tiempos.

La ciudad lo alentaba a cambiar.

Todos los días se sorpendía de despertar y encontrarse a si mismo idéntico, pero distinto. Tantas cosas, tantas vivencias nublaban su conducta, era otro ya, o al menos eso le gustaba pensar. Y aún así en el fondo, en ese frío hueco vacío que de noche sentimos cuando estamos apesadumbrados, seguía siendo el mismo.

Hace algún tiempo había decidido dejar de buscar. Lo que fuera que estuviera buscando ahora debería encontrarlo a el, y no al revés. El simple aburrimiento de buscar sin encontrar, de preguntarse sin respuesta, de mirar sin lograr ver lo llevaron a decidir esperar. A veces se pregunta si esperar tiene algún sentido, si habrá algo o alguien que realmente alguna vez lo buscará a él. Hasta ahora, y fué un doloroso descubrimiento, todo lo que había hecho era buscar respuestas y felicidad, y cada vez que con más ahínco intentaba como un puñado de arena parecçia escaparse todo, irremediablemente. Como granos de arena, insignificantes, caían sus fantasías, dispersas por el viento a veces frío a veces tibio de Octubre.

Sale a caminar. Los Aromos sudan una fragancia que lo transporta, que lo embriaga en su suavidad, que excita hasta las neuronas más profundas de su cerebro. Respira hondo ese aire dulce de las noches de las primeras semanas de Octubre mientras espera ser encontrado. No importa si en diez minutos más estará estornudando sus ojos por la nariz... ya no importa.

"Respira, estúpido. Respira este aroma que ya se va... como todo... como todos", pensaba mientras buscaba infructuosamente en sus bolsillos algún cigarrillo olvidado. Sólo una vuelta a la cuadra, no más por hoy. No más por hoy.

Solo se quita los pantalones y los tira a la silla en medio de la oscuridad, no acertándole. Se desploma cansado sobre la cama y una vez tapado con las sábanas, impregnadas de su olor, se quita los calcetines frotándolos contra su pie contrario. Quedan perdidos en algún lugar entre las desordenadas sábanas. El ruido de las nuevas máquinas es más suave, lo que le permite escuchar con más claridad las peleas de la vieja puta con sus hijos.

No puede quedarse dormido con las sábanas tan arrugadas, pero la pereza puede más. Se queda simplemente acostado, de lado, acariciandose los pies con los mismos dedos. Y mientras lo hace pierde poco a poco la esperanza de que algo o alguien lo encuentre. Hasta ahora el ha buscado. Ha buscado respuestas, ha buscado consejos, ha buscado cariño. Por mucho que esté aburrido de buscar, la opción, esperar, le parece muchísimo más aterradora. La pregunta que de a poco se forma en su mente, en el momento lúcido antes de dormir, esos segundos de divina lucidez que se olvidan en cuanto Morfeo te lleva, es la que intenta evitar. "Y si nadie me busca, ¿quién me encontraría?".

En ese frío hueco vacío que de noche sentimos cuando estamos apesadumbrados, seguía siendo el mismo, y así retomaba su vida.

10.22.2007

19. Sueños y Decepciones (Historia Intermedia 3)

Se han quedado de juntar ya tres veces y nunca se ha concretado nada. La última vez que se vieron surgió algo nuevo entre Natalia y León. Era una noche fría de invierno, de esas en donde te sientes sucio por lo tarde que es y tus labios no son más que una costra oscura producto de un vino en caja.

Nunca aclararon si fué el alcohol o sus fuegos interiores pero al primer cabeceo dormilón del dueño de casa se miraron con los ojos perdidos, ahogados en alcohol y hormonas, y corrieron rápidamente en medio de besos apurados a la cama más cercana. León le abrió el pantalón, tenía puestas pantys y una polera del mismo material. No le importó. Deslizó sus manos rápidamente, como si se le fuera la vida en ello, para rozar su piel primero salvajemente, después disfrutando cada molécula de sus pechos. Natalia se dejaba querer, gemía y reía, sus besos sabían a vino y a cerveza. Demasiado frío como para sacarse la ropa totalmente, mucho menos los calcetines. Ella usaba sostenes con relleno, pero eso no le importó a León. El buen lector sabe que un libro no se juzga por su portada... siempre puede ser un bodrio a pesar de la preciosa encuadernación (¿por qué será que pienso en las Obras Completas de Sigmund Freud?). Natalia rasguñaba la espalda de León con un ímpetu que sólo muestran las mujeres cuando se dejan caer en el goce; a León no le importó...

No se vieron después de eso. El recuerdo borroso de los sabores y las sensaciones de piel contra piel se fueron convirtiendo en una fantasía. Pero como suele suceder León pensaba más en Natalia que Natalia en León. La mujer, para variar un poco, estaba "encima de la situación". Siempre tuvo el control, a pesar de lo que pueda pensar la masculina mente de nuestro amigo. Para ella el recuerdo de esa noche es solamente una melodía perdida en un concierto gigantesco, mientras que para el esa fantasía le comía el sueño, le devoraba la vigilia.

Como estúpido la esperó en el metro, en el parque y ahora, como estúpido también, espera un llamado que no llegará. Guardó plata hace meses para llevar a Natalia a un motel que había buscado, como acordaron hace tiempo. El zapateo nervioso incesante de su pie derecho le enfermaba, pero no podía detenerse. ¿Llegará?

Natalia, mientras tanto, ni se acordaba de que se quedó de juntar con León. Paseaba, de hecho, cerca del lugar de encuentro, pero ni un nanosegundo, ni siqueira una pequeñísima dendrita le dedicó a ese pobre desgraciado. El paseo por Providencia era demasiado divertido, el Transantiago demasiado increíble (increiblemente inepto e ineficaz), los árboles demasiado verdes, la temperatura demasiado agradable. Su celular suena repentinamente, en la pantalla dice "Leon Cel". "¡Cresta!", es el único pensamiento que le dedica. Para ella León es "cresta", la situación se va a la cresta, la fantasía también. Una mentira rápida y a la cresta el problema.

Y allí va León. Pobre y triste wueón.

7.14.2007

18. Partir.

El desencanto. Mientras más la miraba más sentía que ya nada era como antes, todo perdido para siempre en el recuerdo, que perfectamente podía ser parte de su imaginación. Lorena tiernamente bajó a la verdulería que quedaba bajo el pequeño departamento de su amigo de la infancia para comprar unos limones y prepararle una rica limonadita para el resfrío. Mientras tanto el encendía un cigarro encerrado en el baño y se agarraba la cabeza.

"¿Cómo puede ser que ahora esté metido en esto?." Mira la carta. "Que gracioso como algo que en un principio te llena de alegría y ansiedad, una vez que lo tienes, te arrepientes de haberlo deseado tanto." Sale del baño después de tirar el cigarro al W.C, prender un par de fósforos y hechar un poco de ese Glade antitabaco con olor a naranja. Recoje un poco las sábanas tiradas y se recuesta en la cama. Lo detesta. Desde hace un tiempo odia estar enfermo y acostado, y más todavía cuando hay alguien allí para cuidarlo. Al no hacer nada excepto cuidarse, que en estos casos es sinónimo de no hacer nada, lo único que puede hacer es pensar. Piensa acerca de sí mismo, de la situación en que está, en lo sucio que está el departamento/pieza, en cuánto la extraña... Sería distinto si no hubiera nadie, ya que tendría que hacer lo de siempre, mandar el spam, salir a despejar la cabeza, y de a poco y con muchas drogas (de esas legales) volvería a estar "bien".

Se dió vuelta y quedó mirando hacia la ventana. Al lado se encontraba el computador, sonaba The Boulevard of Broken Dreams. Esa mezcla algo bizarra, en el sentido francés, de jazz, tango y sensualidad hacían que la luz trémula que traspasaba esos trapos que el llamaba cortinas fueran aún menos luminosos. Llegó un momento en el cual el sol debió ponerse justo en el espacio que separaba las cortinas ya que se formó un haz de luz que parecía la muralla que separa dos mundos. Estaba desesperado. Quería sacarse el recuerdo (¿o imaginación?) del olor de ella, del roce de su piel, de sus vellos, de sus suspiros vertidos en la boca de el... pero no con la Lore. No con esta Lore.

Tose escandalosamente. Su garganta le pica y siente como su tráquea se cierra. Las ganas de irse a fumar otro cigarro son cortadas por el sonido de la puerta. Esta mujer que perdió sus curvas para convertirse en una curva le sonríe simpáticamente. "Cresta. Odio esas sonrisas que no hacen más que subirte el ánimo no importa lo cagado que estés. Las detesto porque estoy obligado a devolverlas. Mierda".

- En mi carta no te dije por qué vine. Me sorprende que no me hayas preguntado. ¡Siempre fuiste muy preguntón!- "No te he preguntado porque mayormente no quiero saber", pensaba.- Bueno, mientras te hago una de estas limonaditas que tanto te gustan te explico. Cuando te fuiste a Santiago siento que perdimos contacto, y no me di cuenta de eso hasta que pasaron algunos años y no supe más de ti, aparte de lo que me contaban tus papás. Después, bueno, estuve de polola con el Alonso...

- ¡¿Con ese curiche hijo de puta?!- interrumpió. Desde que estaban en el colegio Alonso se había burlado de el de la peor manera posible. Fué tanto que probablemente haya sido una de la razones por las cuales abandonó su ciudad natal y partió hacia la capital. Ella limitó a reír.

- Si. Bueno, supongo que tuviste razón acerca de el siempre. Después de un año juntos quedé embarazada de el.- dice. Quedó totalmente frío. Si tenía fiebre ahora mismo evolucionó a escalofríos de la peor clase. "Y lo dice así sin más. ¿Que mierda le pasa a esta mina?."- Como puedes suponer el no aperró. El Gabito ya está grandecito y lo dejé con mi mami para venir acá. Quería... reencontrarme contigo.

- Lore.- la paró en seco- Quiero explicarte algo que quizás no vayas a entender, pero creo que mereces saber después de haber venido para acá. Cuando me vine para acá yo de verdad me fuí. Pensé mucho la situación, sabía que no iba a ser fácil y no lo es. Me he sentido solo, siento que me duele, a veces no me encuentro y muchas otras me quiero perder. Pero a pesar de todo esto nada cambia el hecho: yo partí del sur. Quería sacarme del sistema todas las cosas que sufrí, quería reemplazarlas por otras, quería... Quería muchas cosas, de las cuales varias no se han cumplido, pero ese deseo de tenerlas sigue en pie.

Cuando el bus salía de la estación y miraba el anochecer en el mar, como el Sol se ahogaba, sentía eso también. Sentía que me ahogaba sin mi cordón umbilical. Pero para nacer hay que ahogarse. Para que el sol pueda salir en otra parte se tiene que ahogar acá. Soy conciente que muchas veces sufro por mis decisiones, pero son mis decisiones, y prefiero sufrirlas antes de que las tome un tercero.

Lamento decirte esto, pero tu eras parte importante de la placenta que me sostenía de chico. Pero después de nacer ya no necesité la placenta. Yo dejé ese vientre materno y entré en un mundo de sensaciones, muchas de las cuales preferería perder mientras caigo dormido por un buen trago, pero que es mío. Lo siento, pero tu ya no eres para mi más que un bonito recuerdo en un álbum de fotos añejas."

Le partió el corazón su cara redonda y las lágrimas que le corrían involuntariamente a través de sus mejillas rosadas. De verdad el había partido hace mucho y no importa cuanto nadara, nunca lo iba a alcanzar.

"A veces detesto ser tan desgraciado." pensó. Se dió vuelta de nuevo y se acurrucó. No quería verle la cara cuando saliera derrotada por la puerta.

Una vez más quedó solo al partir. Su soledad. Ya no había muralla de luz; no la cruzó, pero tampoco se quedó en su lado. Parecía que su vida se había convertido en un limbo. "No. La convertí en un limbo".

Se quedó dormido.

7.11.2007

17. Volver.

El bus no pasaba nunca. Parecía ser que la enfermedad llamada Transantiago se había contagiado a las empresas de buses del terminal San Borja. La cantidad obsena de gente transitando, las filas eternas para comprar boletos, los tipos gritando rebajas de último minuto para no dejar ir a un transoprte con asientos vacíos, no ayudaban a la situación. Eran las una de la tarde y la fiebre le subía, amenazando con delirios febriles que en este momento no disfrutaría mucho.

El e-mail le había llegado de improviso. Lorena venía de Puerto Montt, su ciudad natal, a verle después de tanto tiempo. Mientras escondía la cara ardiente entre sus manos cansadas y temblorosas (no sabe si por el viaje eterno y apretado en Metro o por la fiebre) pensaba en toda la historia que tenían detrás. Se habían conocido cuando sus padres se fueron al sur, escapando de las deudas que su queridísimo viejo tenía. Llegaron a una casa pequeña hecha de madera un día de lluvia torrencial y viento huracanado. Parecía que el techo de la casa volaría lejos... pero se mantuvo. Después de nacer conoció a la Lorenita, la hija del vecino. Fué casi como esas historias cursis que tanto le gustan a los gringos de mierda...

Le golpearon el hombro. Preparado para mirar feo al idiota que lo había pasado a llevar sus ojos iracundos se encuentran con Lore. Definitivamente había cambiado. Si el lector piensa que en este momento me dispongo a relatar un encuentro onírico entre dos entes eternamente amantes siento decepcionarlo. Como se ha podido percatar el ávido y concienzudo amigo o amiga que lee este pequeño espacio la vida de nuestro amigo, y la vida en general muchas veces también, no es un cuento de hadas. Cosas buenas pasan, cosas malas pasan, y en esa dualidad desgraciada nos movemos en el día a día, esperando con todo el corazón (si es que un músculo puede esperar algo) que las cosas malas que nos pasen hoy no sean tan malas como las del otro día y que las cosas buenas duren más que la de ayer.

Pero, prosiguiendo con la (desgraciada) vida de nuestro queridísimo protagonista, la mujer que sus ojos cansados, amarillentos y cubiertos de ojeras por la noche en vela (tristemente no tiene dinero para comprarse un Tapsín de noche y todos sabemos lo desagradable que es el resfrío) no era esa Lorena con la que jugaba todas las tardes después del colegio. No, definitivamente su figura mamutesca y sus mejillas fláccidas no concordaban con la mujer que le causaba tal impresión que hasta hace un par de años no podía pronunciar bien la erre de su nombre.

Se levantó tan rápido, ya sea por la impresión o por el reflejo antiquísimo de escapar frente al peligro, que todo parecía dar vueltas.

- Hola Lore. ¿Como estás?... ehm... ¿te importa si vamos a mi departamento?. La verdad es que no me siento muy bien.- Todo lo que el escuchó de respuesta fueron sonidos sin ningún significado. Probablemente solo Charlie Brown y sus compañeros entenderían lo que el estaba escuchando.

No podía esperar para llegar a su casa y fumarse un cigarro.

1.12.2007

16. Música para tomar.

Día sin clientela. El tipo a cargo de la máquina se había ido y el Edo no pescaba esas estupideces. Para el la música era para bailarla con una mina o para cabecear al ritmo del metal, y una guitarra eléctrica reventando sus oídos... aunque esto último lo fué perdiendo mientras más estudiaba Derecho, se metía en las Juventudes Comunistas y, finalmente, en el trabajo. De favor le pidió que le dejara poner algo del pendrive. Como realmente no le interesaba lo dejó.

Se sentó en la silla incómoda y conectó el reproductor. Tomó su Cristal en lata, trajo el cenicero y encendió un Lycky corriente. Empezó una agradable canción, "The Messenger", se recostó en la silla. Miró a Edo y el vino al momento. Tomó el cigarro que él estaba fumando y se puso en pocisión para contar algún chiste fome. El sonido de una guitarra funky y el ritmo de un jazz inundaba el ambiente. "I know, we can´t live forever" rezaba la cantante.

- Me han pasado mil wueás este año.- empezó- Conocí a una mujer... me embiragó hasta que me intoxiqué con ella... y me dejó. No puedo decir que no la comprendo, pero desde entonces me debato entre la rabia y la impotencia. No sé qué hacer... no me encuentro, y si no me encuentro... ¿cómo puedo aspirar a encontrar a otros?.

- Compadre, tu piensas mucho. Deberías dejar de lado eso y vivir realmente el momento. ¡Aprovecha tu vida, man!. Por ejemplo, ¿qué fué de la Mariela?.- preguntó inocentemente.

- Está casada. El otro día supe que estaba esperando otro hijo de un amigo...

- Oh, disculpa. Que mala... nunca has tenido suerte con las mujeres...

Se quedó callado. Mientras tomaba su cerveza pensó "No se trata de suerte. Es que simplemente no estoy preparado. No sé qué hacer con las mujeres. No sé amar. Nadie me enseñó...

¿Qué es amar?... no es simplemente desnudarse y penetrar, no es entender a la pareja, no es sentir aprecio o cariño por otra persona. Amar es algo tan complicado y complejo que en nuestro tiempo es algo imposible. El sacrificio es imposible, somos demasiado egoístas para ello. "Quiero guardarme para el matrimonio", "quiero a alguien que me quiera", "quiero"... todo está basado en el yo. Engañarse es muy fácil, pero vivir realmente el amor es un martirio para nosotros, seres post-modernos, enviciados con nuestro ego y vacíos de toda conducta realmente moral y ética. Pensar que el amor es algo eterno es una idealización moderna de un estado biológico que nunca podremos explicar. La praxis del amor es algo que se vive, no se comprende... y si no se comprende, ¿cómo podemos osar tratar de mantenerlo?." ... de nuevo está pensando de más.

- Sí, tienes razón.- respondió cuando por fin dejó a un lado la lata de cerveza- Pienso demasiado. Pero no puedo evitarlo. Si comprendo las cosas, si realmente las hago mías, entonces recién puedo saber qué hacer con ellas. Soy un discapacitado para la vida en el momento. Sé que hay muchas cosas que no puedo ni debería entender, pero eso no me detiene de buscarlas. Quizás es por eso que estoy perdido. Quizás el hecho de buscar me tiene a la deriva.

- Viejo- replicó Edo- tu lo que necesitas es otra cerveza.- y soltó una larga carcajada. Como siempre, le robó todo el sentido al momento. Pero no importa, una cerveza helada bien vale la pena de perder el hilo de una conversación.

Las horas pasaban mientras le preguntaban a las mariposas de ceniza que volaban encima de sus cabezas jugando con el humo de los cigarros de qué manera podían ser tan libres como ellas.

Preguntémosle a las mariposas... hasta que se acaben las cerveza y los cigarros

12.11.2006

15. El calor del asfalto.

Meses. El tiempo y el espacio totalmente desligados. Parece que fué ayer cuando, lleno de optimismo, sentía que todo estaba bien, que realmente la manera subjetiva de vivir la realidad era realmente lo que importaba. Sentimientos individualistas postmodernos llenaban su cuerpo. En este momento los demás parecían ser el enemigo, aquél del cual necesitaba alejarse. Todos son unas arpías. Todas son unas arpías. La resaca de un mal ron bebido a solas, los labios negros totalmente partidos, 2 cajetillas de Belmont lights y un poco de baba en la almohada... simplemente perfecto.

El calor le derretía los pensamientos, el ventilador (con un ruido detestablemente monótono) no hacía más que poner en movimiento ese aire incandescente que le envolvía. El sudor en su espalda mojaba el colchón. En el winamp sonaba algo de trip hop, pero el estado de medio sueño, medio vigilia no le dejaba reconocer la canción. Tenía que salir de allí. Tenía que callar los gritos.

En el walkman seguía el CD de siempre, una mezcla con estilos diametralmente distintos. Había puesto algunas canciones de Air y de Massive Attack, seguidas por un par de carpetas con Travis y Morrissey, finalizando con algo de Björk y The Cardigans. No sabía muy bien que hora era, podían ser las 12 como podían ser las 16... el encanto del verano y su calor endemoniado. Decidió caminar hasta que realmente necesitara descansar, hasta que sus pies gimieran más que su cabeza.

Las ojeras parecían pesarle, el cuerpo totalmente cortado. Los medios de escape del individuo moderno son patéticos. Ya no tiene a quién rezarle ni a quién jurarle obediencia ni vasallaje. ¿Qué queda entonces, más que el triste olvido parcial en el elíxir del alcohol?. "El mundo nos ha abandonado", piensa profusamente, "nos ha abandonado a nuestra suerte. Quizás nunca estuvo con nosotros. Nos llenaron la cabeza con ideales y formas hermosas de ver la vida, con pautas de conducta que no son las propias de estos tiempos, nos enseñaron a ser buenos... pero al final, ¿que sacamos con eso?, simplemente ser los parias de una sociedad en donde los otros pasan por encima tuyo... y en este lugar si no eres de los que pisan eres de los pisados. La amistad no es más que un refugio parcial para la soledad obliterante de la ciudad, el parentesco cada vez menos importante, las relaciones cada vez más instrumentales. Y en esta vida, entonces, ¿qué queda para los soñadores?". Su mirada se perdía en el horizonte café de Santiago, mientras sonaba Last Train de Travis.

Las sandalias le mataban, el empeine de su pie derecho estaba a punto de empezar a sangrar por las hebillas rozando con el sudor. Se las sacó y empezó a caminar por Sta. Isabel. Sentía como las piedrecitas se le enterraban en la planta, pero era un dolor agradable, de esos que te devuelven el sentido de estar vivo. Al menos lo hacía pensar en otra cosa.

Empezó a sonar "Losing in my Favourite Game" en los audífonos y decidió ir a visitar al Edo, necesitaba sacarse la mierda del sistema, contarle a alguien por fin "el problema". No le iba a visitar por ser un gran amigo, de hecho había olvidado ir a sus últimos dos cumpleaños (lo cuál era bastante predecible, ya que hace algunos años el Edo se había metido con su polola), pero era barman en un sucucho de mala muerte en San Diego y usualmente se robaba un par de botellas de Becker para los amigos. El sentimiento de culpa es una perra.

Cuando llegó a las puertas del bar sus pies sangraban ligeramente. El calor del asfalto le había distraído lo suficiente. Ahora, dulce olvido amarillo.

8.13.2006

14. La vida es como uno se la tome.

Los días pasan sin nada que contar. La rutina se había vuelto parte de él. Siempre la misma micro, que pasa a la misma hora por el mismo paradero. Siempre los mismos carteles; "Tome Coca-Cola", "¿Cansado de la rutina? CAT". Es casi insultante cómo las grandes empresas nos crean necesidades que no tenemos en un principio. ¿Quién demonios necesita pantalones con hoyos y que te cobren más por eso?.

Esa mañana le despertó la llamada de Coty, después de varios meses que no se habían hablado le invitó un café, ya que no se veían hace tiempo. "Esa capacidad que tienen las mujeres de hacer que sus errores parecieran no existir y así saltarse el pedir perdón me sorprende" pensó, pero como en realidad no tenía nada que hacer ese sábado no tuvo razón como para negarse, además un café gratis no se rechaza... quizás pueda pedirlo con pie de limón o algo así.

Los niños corrían y jugaban escandalosamente en el parque en frente del café. Era un local pequeño, pero como el día estaba agradable, a pesar de que las nubes se veían amenzantes, sacaron las sillas y los quitasoles para que los clientes pudieran sentarse allí. Se sentó a leer el diario en una banca del parque. Sabía que la Coty iba a llegar atrasada y quería disfrutar de su cara de preocupación plenamente.

Mientras esperaba empezó a quedarse dormido, como era ya costumbre, y así a prestar más atención a lo que le rodeaba. El ruido molesto de los autos pasando por la calle de adoquines de al lado, los gritos de los niños, el sonido de la Alameda cercana se fundían con los sonidos tranquilizantes del parque; la arenilla que se mueve sin cesar bajo los pies alborotadores de los críos, los perros que retozan en el césped, las aves que se mueven entre las ramas de los árboles. En su mente hubo un pequeño destello de recuerdo, de cuando despertó del ensueño en que lo había dejado ella y se veía rodeado de las bellezas de un parque solitario y escondido. No había nada aquí que fuera diferente, seguía igual de solo, el pasto era igual de verde, pero ahora había decidido pasar la página. Es increíble como los más pequeños detalles se pueden sentir de distintas formas mediante una simple opinión o dispocisión.

Una mano lo zamarreó fuerte para sacarlo de su semi inconciencia reveladora. La cara de Coty era una mezcla graciosísima de rabia y risa, esa cara que nos encanta a los hombres ver en las mujeres, esa cara por la que muchos caemos tontamente enamorados. Él soltó una carcajada profunda, de esas que nacen en el estómago y cosquillean en el esófago mientras salen a conocer el mundo, se levantó y cruzó la calle con su amiga. Es increíble esa capacidad que tienen las mujeres de hacer que sus errores parecieran no existir y así saltarse el pedir perdón.

6.28.2006

13. Ojos de murciélago, corazón de piedra, entrañas de acero.

Las nubes obscurecían Santiago. Los faroles iluminaban a duras penas la vereda solitaria por la cual él arrastraba patéticamente su existencia. En una pared protegida por la sombra de un árbol decide hacer sus necesidades... ha escuchado que aguantarse no hace bien. El calor parece ser sustraído de su cuerpo, pero no lo importa. Total, ya no hay mucho más calor para él esta noche. Está totalmente perdido por calles inhóspitas y desconocidas, la esperanza de encontrar un busto tibio y acogedor se desvanece a cada paso forzado que lo lleva a la plaza más cercana. Es casi un instinto de santiaguino borracho, el encontrar alguna plaza solitaria y perdida en este mar de asfalto para poder tirarse en uno de sus muy incómodos bancos de madera para pasar el resto de la noche hasta que los microbuses empiecen a circular nuevamente.

La plaza es pequeña, pero está situada en una calle ínfima, así que los pacos no pasarán por ahí. El silencio absoluto de la noche es inquietante. La bizarra lucidez de los momentos previos a la sobriedad comienza a aparecer en nuestro amigo mientras mira embobado la bóveda celeste, que no es bóveda alguna ni es celeste en todos los casos.

- Al final - inhala una gran bocanada de humo - dió lo mismo. No importa que los otros traten de conocerme, o dado el caso, de conocer a cualquier otra persona. Al final no somos más que lo que los otros desean que seamos, y si por casualidad queremos llevar las riendas de nuestra personalidad, nos hacemos huraños, extraños, alejados del contacto humano. Parece que la extroversión es el método de coacción terminal de la sociedad.-

Nunca ha podido distinguir las constelaciones, pero hay un conjunto de estrellas que siempre busca (y encuentra) cuando mira hacia el cielo y Santiago es tan amable como para mover algunas de sus molestas nubes de suciedad, mostrando ese salpullido luminoso. El Cinturón de Orión siempre ha tenido para el un significado especial, pero como la mayoría de las cosas significantes en nuestras vidas, no recuerda muy bien el momento en que pasó a serlo. La noche que su padre se la enseñó fué especial, no recuerda por qué, y la verdad tampoco sería distinto si lo recordara. Lo único que sabe es que cuando reconoce esas tres estrellitas titilantes se siente afirmado, como si alguien lo estuviera sosteniendo, impidiendo que se reventara la cara contra el frío suelo.

- Parece que sólo nos tenemos a nosotros, pero de todas formas duele demasiado. - desvariaba.

Cuando se dió cuenta de que ya no podía distinguir las estrellas supo que era hora de partir, de reanudar su vida. El día comenzaba una vez más y, como siempre, no le iba a preguntar si tenía ganas de seguir. Caminó un rato hasta que llegó a una calle principal. Tomó cualquier micro y partió, esta vez de día, para tratar de ver las cosas con otros ojos, aún cuando muy dentro de sí nada iba a cambiar. Como de costumbre.

6.21.2006

12. Cosas que nunca debieron ser.

Se miraron. Los dos supieron en ese momento que el otro estaba allí, pero casi como si existiera tal cosa como un inconciente colectivo y este los hubiera puesto de acuerdo, miraron rápidamente hacia otro lado, él hacia el cantinero que le servía su tercera cerveza, y ella hacia el tipo con que venía hablando. Por lo que él alcanzó a escuchar, su nombre era Francisco. No pudo más que desviar la mirada, pero no pudo desviar su oído. Toda su percepción auditiva estaba concentrada en esa mesita al otro lado del sucucho. Que cosa más desagradable es escuchar una y otra vez una voz que debería estar a tu lado, conversando animadamente, como nunca hizo contigo, con otro hombre distinto a ti. Es casi como una patada en los testículos, uno siente que acaba de perder la guerra, el otro es simplemente mejor, y no creo que haya un pensamiento más molesto que "¡no soy tan bueno como pensaba que era!".

- Pero Francisco, te dije que la alfombra estaba mal cuidada. Debiste pintar de otro color las paredes.- dijo casualmente ella. ¿Es que acaso de verdad no lo había visto?. No, lo había visto, clara y nítidamente, allí, encorvado frente a su botella de Escudo. Parecía que en este momento todo era diferente, como si la otra vez no hubiera sido más que una noche en donde todo estaba borroso y distorcionado, su visión de ella misma, la visión de los demás, todo. Leer a Nietzsche generalmente causa ese efecto a las mentes que saben lo que están leyendo. ¿Se levantaría de la barra para hablarle, independientemente de su acompañante que ahora le estaba tomando la mano a esa mujer que le hizo casi perder la razón, a esa mujer que por una sola noche hizo que todo fuera claro en mitad de la pegajosa oscuridad de la inseguridad o simplemente se quedaría allí sentado, como el cobarde que sabe que es?. Como muchos de nosotros haríamos (y no como lo haría el típico héroe de las películas) se quedó sentado, ignorando ese dolor en el pecho, la piedra en su garganta, la marca de los bototos de Francisco en su pisoteado ego.

Las medias horas pasaban y el deseo de irse rápidamente de ahí, huir como un animal herido, no cambiaba en nada, pero simplemente las piernas no le obedecían. Un molesto pensamiento le molestaba en la cabeza. "¿Y que pasaría si me levantara y le saludara?... ¿Si le pidiera una explicación?... ¿Cómo se lo diría?". Y así empezó la eterna y suicida tarea del cerebro de imaginar mil y unas situaciones distintas, con distintas frases, todas llegando a un fracaso total, lo cual no lo detuvo para seguir pensando estupideces.

Su estómago no resistía más. Pudo ser la quinta cerveza que se tomó o pudo ser los nervios de pensar en esa situación, la verdad era que tenía que ir al baño. Cuando se paró se dió cuenta de que ella ya no estaba. ¿En que momento se había ido?, ya no importaba. Entre triste y tranquilo caminó lentamente al baño. Meó parsimoniosamente, todos esos pensamientos angustiantes parecieron irse con el tibio líquido amarillento. Ya no estaba en él toda esa mierda... o al menos el alcohol la había hecho dormirse. Decidió irse a visitar a una "amiga"... estaba lo suficientemente borracho como para no pensar en otra cosa que satisfacer sus deseos primarios.

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Ella se había cambiado de mesa. Francisco, su novio, era perfecto. Un tipo inteligente, con trabajo estable, le gusta la misma música y hasta habían adopatado una perrita de la calle. Estaba con él hace ya unos cuantos años y vivían juntos. Sí, es verdad, tenían sus problemas, como todas las parejas, pero hace unos tres o cuatro meses salió de la casa a un lugar donde pudiera beber trabquilamente. Leía "Más Allá del Bien y del Mal" y se estaba cuestionando su propia existencia, su identidad, su propia realidad. Era un momento bizarro, casi psicótico, en donde todo parecía de mentira. Los edificios de repente ya no eran duros, si no entes frágiles a la merced de la piedad de los temblores, las estrellas ya no eran hermosas, si no planetas que hace millones de años ya no existían. Todo parecía torcido y sin significado. Los consensos en que se basa la realidad estaban siendo expuestos por su mente, ayudada por el texto de Nietzsche.

Esa noche cometió un error: se acostó con otro hombre. Era distinto. Era todo lo que no era Francisco. No tenía trabajo estable, no parecía mayormente inteligente, pero había algo en el que no tenía Francisco. Estaba asqueado de la realidad impuesta. En ese momento, en ese contexto, le pareció sumamente atractivo el que el estuviera parado en el mismo paradigma que ella. Fué agradable el que alguien te entiendera sin juzgarte. Fué agradable sentir que alguien, al menos por un minuto, te entendió a la perfección.

Cuando se despertó desnuda en el pasto cubierto de rocío todos los consensos que definen la realidad volvieron a arraigarse en su mente, en su cuerpo y en su alma. Sabía quién era nuevamente (o al menos eso creía) y no había razón para seguir allí. Pero cuando dejó a ese pobre hombre allí sintió que dejó algo más... nunca supo qué, hasta esa noche en el bar. Cuando le vió sentado tomando una Escudo supo al fin porqué no había podido dejar de pensar en esas horas que caminaron rumbo al parque San Borja.

Una micro pasaba por afuera del local, y las luces de los carabineros iluminaban la barra cada vez que pasaban, minutos después de Seguridad Ciudadana.

6.19.2006

11. Camino a la monotonía.

Es viernes al fin. Otro día más para vagar y comprarse una cerveza de mala muerte con su escueto salario. Una Escudo no le vendría mal. Björk deja de sonar para que comienze un piano tranquilo pero a la vez muy cargado de muchas emociones de Craig Armstrong. Las luces de las micros pasan raudas por la pieza, iluminando todo de golpe y dejando todo en oscuridad al milisegundo siguiente. Pareciera como si todo fuera en cámara lenta. Cómo se pone la chaqueta de cuero gastada, cómo guarda los cigarros en un bolsillo interno, como mete monedas que estaban encima de la mesa al bolsillo de su pantalón, un blue jean que debe tener ya unos 5 años, cómo guarda la billetera en un bolsillo trasero.

Al salir de su pieza se encuentra a la puta de al lado. Está fumando tranquilamente un Derby corriente en el portal de su departamento. Mira curiosamente el colchón tirado en el suelo, los ceniceros llenos hasta reventar de cenizas, un par de botellas de Mitjans vacías en el suelo. Su cara regordeta y grasienta pareciera que esbozara una sonrisa.

- Oiga mijo, que tení la cagá en la pieza.- le dice, botando humo mientras habla. Su boca despide un olor muy peculiar, entre pasta de dientes, Coral, pisco y sexo. Suficiente para tumbar a cualquiera que no supiera cómo es la vida en realidad.- Si querí te ayudo mañana en la mañana. Me tomo el día libre.

- No gracias, tía.- responde respetuosamente. Sabe de oídas que las putas enojadas son muy peligrosas.- Me gusta como está. Supongo que es la mejor manera de definirse, el cómo tiene uno la pieza. ¡Soy un tipo simple y desordenado!.- ríe casi nerviosamente. Aún cuando lo dijo para salirse del embrollo, esa frase quedó en su mente mientras iba bajando las escaleras, raudo, para alejarse de la concubina. Cuando el aire despedido de los motores de los microbuses golpea su cara sigue pensando en eso, mira hacia el suelo y no ve siquiera el número de la micro que toma. Paga su pasaje y camina lentamente hacia el asiento de más al fondo.

El camino es lo de siempre, aún cuando no tiene idea de dónde está. Siempre lo mismo, siempre luces, oscuridad, luces y oscuridad de nuevo. Los semáforos ocasionales le permiten ver las caras de los transeúntes que van alegremente, a diferencia de él, a tomarse unos tragos. Sabe que dentro de unos segundos olvidará completamente sus caras, pero aún así intenta pensar como ellos. "¿Cómo será mirar desde ellos?", se pregunta. Juega en cada luz roja a adivinar que piensa esa persona que olvidará para la próxima vez que el bus se detenga. Pero a pesar de estos juegos consigo mismo no logra salirse del aburrimiento monótono del viaje, aún cuando sea a algún lugar de Santiago que no conozca. "Supongo que Santiago es siempre lo mismo. Autos por montones, luces y asfalto. Ruidos caóticos y caras inhóspitas. No importa hacia donde, Providencia o Pudahuel, Ñuñoa o Recoleta, el amarillo de las micros, el gris del asfalto, el salto de los adoquines... ¡en todas partes es igual!".

Para cuando se baja en el primer letrero luminoso de "Cristal, Así Nos Gusta!" toda la monotonía del viaje en micro se desvanece. Entra, se sienta en la barra y pide una Escudo. El amargo licor burbujeante calma su sed de preguntas pseudo existenciales y logra apagar de a poco tanto pensamiento loco. Al final del día, un buen trago de cerveza puede limpiarnos de la mierda acumulada y junto con un cigarro nos predispone a tener una buena noche. Por primera vez en harto tiempo quizás ésta sería una noche tranquila y feliz... ¿pero qué sería de nuestra historia si esto fuera así?, ¿qué tipo de vida sería la de nuestro amigo si nada le sucediera?. La ciudad no da piedad a nadie, y es por esto que, cuando en la rocola del lugar empieza a sonar Better than You de Metallica, entra nada más ni nada menos que la causa del dolor de pecho que él ha estado sintiendo estos últimos meses.

Se miraron lo que pareció una eternidad. La canción acabó.

6.13.2006

10. Hiper tolerancia a la Frustración.

Se despierta poco a poco. Las semanas han pasado y todo sigue igual que antes; el trabajo monótono y aburrido de enviar spam por internet y la asistencia vacía a cátedras que no influyen en su vida. El recuerdo de ella parece ser ahora un simple y mero suspiro de alguna neurona perdida en la parte más lejana de su sistema nervioso, y esa noche ahora ya no es más que un número en el calendario de la agenda que lleva en su mochila, totalmente vírgen.

A veces ya no sabe por qué se siente triste, a veces simplemente se queda mirando las luces vagabundas que le saludan en el techo de su pieza mientras se encuentra recostado en su colchón
tapado solamente con su chaqueta de cuero vieja. Las ve desfilar frente a sus ojos cansados, una tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, hasta que lentamente sus párpados se hacen de piedra y poco a poco comienza a perder el sentido, y las luces ya no son sólo eso, son figuras fantásticas. Son dríades y náyades que bailan al son de una melodía inexistente. Son sirenas y tritones que lo invitan al mar, a nadar libremente junto a ellos. Son ángeles y demonios que lo persiguen hasta que el frío lo despierta y lo obliga a taparse, y las luces vuelven a ser solamente eso. Tristes y vacías luces recorriendo la oscuridad del techo, carentes de sentido y propósito... igual que él.

Se rasca la cabeza, se levanta y camina lentamente hacia el espacio que utiliza como baño, que a su vez le sirve como cocina y a veces como comedor. Toma su cepillo de dientes y se los lava prolijamente. Está en eso unos quince minutos hasta que despierta, se enjuaga y se viste. El computador ya ha enviado todos los correos de hoy y suena en el winamp algo de Massive Attack. Abre la caja de plumavit que hace de refrigerador y se da cuenta de que tendrá que conformarse con un cigarrillo nuevamente. Busca por todas partes su "desayuno" para recordar que anoche se fumó el último. Sin cambiar la expresión de la cara decide simplemente olvidar desayunar y partir hacia la universidad.

Hoy por fin le entregarían esa evaluación para la cual se mató estudiando. Si no se sacaba un 5 para arriba realmente se sentiría estafado. Una sonrisa invade involuntariamente su cara cuando la profesora entra.


- Lo siento chicos, las pruebas no se las podré entregar hoy ya que he revisado algunas y solamente tienen el puntaje puesto.- anuncia la regordeta señora- Sin embargo pueden venir a ver su puntaje si lo desean.

Seguro de su alto puntaje, nuestro amigo se para y parte a ver su calificación... ¿¡¿¡¿¡¿¡6/24?!?!?!? ¿Cómo en el universo es eso posible?. Contestó tal cual como dijo la ayudante que había que contestar, puso todo lo que se revisó en la ayudantía preparatoria para la prueba. La total confusión y la decepción terminal se apoderaron de él en ese mismo instante. Tomó sus cuadernos y partió hacia lo que el llama hogar. Eran las 13 horas cuando se recostó en su colchón, la luz del Sol se reflejaba en los microbuses que pasaban constantemente por la salida del departamento y le molestaba en los ojos, pero era tal su sorpresa que seguía impávido mientras sus córneas casi podían oler a quemado.

"¡¿Que mierda me pasa?!", pensaba. Su paciencia estaba constantemente siendo llevada al límite, su cordura parecía fragmentada, sus miedos multiplicados y su motivación pisoteada. "¿Qué puedes hacer cuando sientes que cada paso que das termina inexorablemente en un pedazo de mierda?", se quejaba. Siguió repitiendo esa pregunta hasta que casi se convirtió en un mantra. Hasta que quedó tatuada en cada uno de sus axones, hasta que su piel podía escribir en ella misma la pregunta. De tanto preguntarse llegó a su respuesta: "Nada. No puedes hacer absolutamente nada. Debes seguir caminando, soportando el hedor, la viscosidad tibia de cada uno de esos montecitos de pestilencia putrefacta. Aún cuando tus pies y todo tu cuerpa apeste a muerto, cada paso que das te acerca a la meta."

Y cuando por fin pudo articular este pensamiento en su último segundo de vigilia, cayó profundamente dormido. Mañana todo seguiría igual; ella no estaría con él, su puntaje no cambiaría y las luces lo seguirían persiguiendo en sueños, pero estaría un día más cerca de la meta, un día más cerca de su muerte... y a pesar de lo que nos pueda decir nuestro sentido común, para él eso es un pensamiento bastante tranquilizador. Para cuando vuelve a abrir los ojos, el farol de la esquina ilumina toda su pieza con un brillo amarillento, mientras de los parlantes suena alguna melodía bizarra de Björk....

4.23.2006

9. Esas amistades.

El domingo, como siempre, caracterizado por la enorme resaca emocional de la noche anterior. Las botellas de ron cuelgan de su cama como si fueran lianas de vidrio. Se sienta tranquilo y se agarra la cabeza con sus manos, tratando de que el dolor se vaya. Como es usual, no lo consigue. Va al botiquín y se toma dos paracetamol de 500 sin pensarlo dos veces. Quizás esté casi suicida, quién sabe... el inconciente es un arma poderosa al momento de intentar explicar aquéllo acerca de lo que no tenemos idea y da mucha pereza investigar.

"Quizás sea bueno llamar al Pablo", piensa. Probablemente sea bueno hablarlo con un amigo, dejar esos monólogos estúpidos y simplemente descargar toda esa mierda con alguien que te conoce. Por otra parte, el sabe que Pablo tiene sus propios problemas y su propia suerte. Pero no pierde nada con intentar sacarle un abrazo y un "todo va a estar bien" a su supuesto amigo. Torpemente digita el número de su amigo, todavía atontado por la caña. El teléfono empieza a sonar. "Tuuuuuut... Tuuuuuuut..."

- ¿Aló?- responde una voz somnolienta.

- Aló, tía. Soy yo, ¿estará el Pablo por ahí?.

- Si mijito, se lo llamo altiro... - a lo lejos se escucha un "¡¡Pablooo!!, telefonooo". Del otro lado un "¿Quién es?", a lo que la voz femenina responde "Y como chucha querí que sepa?".

- ¿Aló?.- contesta Pablo.

- Buena man. Necesito pedirte un favor. Anoche me pasó una wueá que nunca pensé que me iba a pasar. Necesito comentártela.

- Puta wueón. Justo hoy no puedo, tengo que entregar el mejor trabajo para mañana. Estoy hasta las masas con esta cagá de maqueta. ¿Y si te llamai a la Coty?

- Bueno... vale por el ánimo. Chao.- corta.

La Coty. Por Dios que no quiere cruzarse con ella. Sabe que esa mujer tiene el corazón hecho de piedra, por lo que sería la última persona a la cual llamaría para descargarse, pero después de varias llamadas fallidas, pareciera ser que no le queda otra solución.

Quedaron en el parque San Borja hace quince minutos. La puntualidad nunca ha sido una virtud en la Coty, pero no importa, a estas alturas, cualquier oreja será bienvenida. Llega jadeando cansada, por lo menos trató de llegar a tiempo. Una vez sentados, pregunta clara y fríamente "¿que wueá te pasó ahora, lloroncito?"...

- (Menos mal que es mi amiga, si no, como me trataría) Anoche conocí a una mujer. Pensé de inmediato cuando la vi que me gustaba, no sé por qué. No, miento. La verdad es que sí se por qué. Son varias razones en realidad. La primera es porque pensé que era una mujer inteligente, y tu sabes que a mi me encanta pensar. La segunda es porque la encontré ligeramente atractiva... y la última es porque... me siento patéticamente solo.

Sé lo que piensas (que si soy un maldito hombre patético y lamentable al autocompadecerme todo el puto día), pero sé de alguna forma que ella sentía lo mismo por mí... o al menos lo sintió en algún momento. Me he devanado los sesos tratando de entender el por qué de su decisión. El por qué, de repente y de golpe, decidió dejar de sentirse igual que yo, dejando este vacío tan inmensamente incontenible.

¡!Ya no sé ni siquiera que mierda siento!, no sé si sentirme triste por que una vez más me siento más sólo que un dedo, siendo que ella me mostró lo que era sentirse acompañado (realmente acompañado). O si sentirme enojado o hasta traicionado, ya que compartimos nuestros propios miedos y los enfrentamos juntos... ¿para qué?... ¿para que eventualmente me dejara luchando sólo contra mis demonios?...

Podría seguir con esto durante horas y horas. Pero creo que el tema principal es que me siento total y completamente solo.- Miró hacia abajo, hacia la arenilla, y comenzó a levantar un poco de polvo del suelo. El silencio no era incómodo, pero era tan endemoniadamente profundo que casi podían escuchar los pensamientos del otro.

Ella abrió la boca. Dijo cosas tales como "no seas llorón", "hay gente peor que tú", "te haces la víctima", y todas esas cosas que cuando estás mal nunca esperas que te diga alguien que quieres Atónito, siguió escuchando su perorata, cambiando poco a poco los sentimientos de pérdida por un profundo odio y deprecio al género femenino. "¿Que se creen?", pensaba, "¿que somos meras marionetas sin sentimientos?, ¿Que acaso son tan condenadamente machistas ellas mismas, alegando falso feminismo, que se comen toda esa mierda de la dureza masculina?... ¿que acaso les cuesta tanto poder ponerse en nuestro lugar y simplemente decir "puta que mala, lo siento"?...". Eso pensaba hasta que paró en seco su así llamada "amiga".

- Coty, para la moto. Mira, yo te aprecio mucho como amiga. Sinceramente siento que si quisiera preguntarte acerca de cualquier otra cosa, serías la primera en mi lista. Pero de verdad pienso que como amiga en momentos malos, pesas menos que una pluma. Nunca te pedí que me criticaras, lo único que quería era un abrazo. Sí, lo sé, ¡mi error!. Desde un puto principio no debí haberte llamado. Debí haberme tragado todo esto yo solo, ¿y sabes?, probablemente hubiera llegado a la misma conclusión. Y esta es que no importa cuánto hagamos o cuanto necesitemos, siempre va a haber alguien allí al lado, que lo más probable termine haciendo o diciendo algo que uno resienta. Y ese algo, entre más demore en suceder, ¡por la mierda que duele más!. Es simple sumatoria: entre más dejes a alguien entrar en tu corazón, más daño te hará a la larga.

Como siempre, un placer hablar contigo, "amiga". No me llames en un buen tiempo.- pescó sus cosas y volvió a su casa.

Una vez allí, se preguntaba si lo que había hecho estaba bien. Claramente ella no tenía la culpa de lo que le había pasado, ni tampoco esa mala amistad le daba el derecho de generalizar de esa manera acerca del género femenino. Pero sin duda la Coty nunca tuvo idea de cómo ser una buena amiga. Quizás lo que hizo no estaba bien, pero sin duda fué necesario, sin duda ahora estaba muchísimo más tranquilo. Ahora estaba totalmente preparado para desilucionarse de hasta sus amigos más queridos.

¿Qué le deparará la Vida a nuestro querido, y a su vez tan incomprendido, amigo?

Lo único que sabemos de seguro es que la Ciudad no para por nadie... ni por el, ni por usted (mi muy querido lector) ni mucho menos por mí, un pequeño desgraciado con un (quizás) mínimo talento para la narrativa pseudo depresiva... Quizás sepamos qué le sucederá a nuestro personaje en el próximo capítulo.

4.10.2006

8. Historia Intermedia 2

Amanece. Pablo se despierta con dolor de cabeza. No importa en realidad, tiene que ir a la universidad de todas maneras. Detesta los martes. Ese día infernal, después del lunes, en donde todo parecía andar bien, pero sin falta algo sucede en la noche que hace que todo el día siguiente sea una mierda. Va atrasado, así que se salta la ducha, se despide de su madre que todavía duerme profundamente por las píldoras antidepresivas, y parte casi corriendo a tomar el microbús.

En el paradero pisa heces de perro. Empezamos con el pie izquierdo, parece. La micro se demora una media hora en pasar. Definitivamente llegará tarde. En el reproductor de mp3 suena su canción favorita. Parece que algo bueno tiene este maldito día.

Una vez en la facultad corre para llegar a la sala. La puerta está cerrada con llave. ¡Mil demonios!, no hay posibilidad de entrar. Se va al casino, para tomar su desayuno universitario: un cigarro con una Coca-Cola de litro y medio.

Ve pasar a sus amigos. Los saluda como todos los días. La ve pasar a ella, y no sabe por qué, pero ciertamente tiene que alejarse, aún cuando no hay escapatoria. Da lo mismo lo que haga, al final no puede escapar de si mismo.

Logra entrar al siguiente módulo. Aburrimiento extremo. ¿Para qué entró?... Dibuja en su cuaderno en vez de tomar apuntes, juega a los puntitos con el compañero de al lado. Un gasto inútil de dos millones de pesos al año. Pero qué mas da, total, no es su plata.

Hora de almuerzo. Estudia para el control de la siguiente cátedra. No entiende nada del texto. Quiere fumar, pero no tiene plata para los cigarros. No, tiene que concentrarse. "Según Bertalanffy...", el sólo nombre ya es complicado. El ruido del casino, la cola para usar el ventiúnico microondas del lugar, el olor a comida congelada, todo lo desconcentra. Si fuera un poco más egocéntrico realmente creería que el mundo se confabula en contra de el los días martes.

Mierda. El control es más difícil de lo que pensaba, y justo es del texto que no leyó. El celular suena con dos pitos agudos y fuertes. El profesor mira disgustado mientras Pablo saca el teléfono de su bolsillo y revisa el mensaje. "Qué vas a hacer más tarde?"...

Del control mejor ni hablar. Sale del último módulo. Tiene la posibilidad de ir a distraerse un rato a la casa de su amiga, pero la verdad es que está demasiado cansado y no quiere más guerra. De seguro pelearían por tonteras, y en este momento lo único que realmente desea es meterse en su cama y olvidarse del asunto viendo un buen capítulo de C.S.I.

La micro va horrendamente llena. Los roces que hay que soportar, las mochilas de los escolares que no se dignan a dejar en el suelo, las bolsas enormes de las señoras (gordas) hacen que la poca paciencia que le queda a Pablo parezca un granito de arena perdido en el espacio sideral. ¡Un brillo de luz!, un asiento se ha desocupado y nuestro amigo se sienta en él. Lamentablemente su felicidad duraría poco, ya que la oportuna bolsa HITES de una señora gorda, vieja, con olor a detergente y, francamente, bastante fea, llega a su cara. La señora parece empeñada en obtener ese asiento. Pero Pablo no se moverá bajo ningún precepto. ¡Que le digan a el lo que es tener un mal día!

Al fin en casa. Los gritos de su madre no podían faltar. Con los años ha aprendido a decir casi automáticamente "Sí, mamá. No hay problema, lo hago altiro". Una vez pasado el obstáculo se fuma su último cigarrillo y se acuesta a dormir. No dá más, y mañana será un nuevo día. Y eso lo aterroriza....

Poco a poco empieza a cerrar los ojos. Lo malo de este martes se va desvaneciendo en una sola imagen borrosa del techo de su pieza....... BIP BIP!... el sonido penetrante del celular lo despierta completamente. "Que haces?"..............

4.08.2006

7. Despertar solo (o "La mejor manera de sobrevivir a una mujer")

La fría brisa de una mañana de verano lo despierta. Está tendido, adolorido de felicidad, sobre el pasto, bajo el árbol. Una sonrisa estúpida y atontada cubre su rostro; una de esas sonrisas que sólo se dan cuando estás despertando de un muy buen sueño, una mezcla entre no querer despertar y el abrir los ojos esperando que no fuera un sueño. Se estira, conservando esa risa, hasta que siente todas sus extremidades. Había sido una buena noche.

La busca con su brazo... pero encuentra solo césped. "Que extraño", piensa. Casi a regañadientes abre los ojos para encontrarla. Lo único que ve son esperanzas e ilusiones rotas. No hay nadie en los columpios, la pista donde andan en bicicleta y patines parece el desierto más desolado de la tierra, y la pérgola está tan solitaria y silenciosa que parece una tumba. El único rastro que dejó fué su olor a cigarro y la colilla del último que se fumó, probablemente algunos minutos antes. Debió haber saltado la reja. No importa el cómo se fué, en su mente sólo existía el "¿por qué?".

Tratando de encontrar una explicación lógica toma sus cosas y comienza el duro camino de vuelta a casa. "Que mentirosos todos. Es una gran y gorda mentira el que con la luz de la mañana todo se ve mejor. En este momento mis pensamientos están todavía más desordenados que anoche", se quejaba. Y tenía razón. Esa luz diáfana de las 7 de la mañana hacía que el caos de su cabeza fuera peor. Miles de preguntas y otros miles de respuestas pasaban por su cabeza en menos de un segundo. Quizás algunas le gustaban más que otras, pero la verdad es que jamás lo sabría. Y eso lo estaba matando.

Arrastrando los pies como si fueran dos grilletes llega a su casa. Simplemente se desploma encima de la cama y mira el techo.

-"Esa mancha de moho se le parece"- dice sin querer en voz alta. Pero le da igual en ese momento. Nadie podría escucharlo. La puta de al lado está hechando al último cliente y los niños, felizmente, están durmiendo al otro lado. No los soportaría en ese momento, bajo esas circunstancias.

Las manos en la nuca, una botella de ron Mitjans en el velador y el cenicero lleno hasta reventar de colillas y ceniza de cigarro lo emboban. Piensa "Da lo mismo realmente. No me importa mucho más que eso. Total, es sólo una mujer.", para luego contradecirse "Pensé que había algo. No sé qué. ¿Cómo pude ser tan tonto de pensar eso?. Quizás todo eso que sucedió fueron rollos míos. Quizás sólo estaba buscando alguien con quien pasar la noche. Si, eso debe ser. Está claro. Nunca he sido material de novio ni nada parecido. Quién podría querer a esta cosa escuálida y pobre. Siempre me ilusiono demasiado...".

Sus pensamientos eran erráticos, y a cada sorbo de ron el desorden en su mente se duplicaba. LLegó a un punto en donde argumentaba, en voz alta:

- Las mujeres al final no nos necesitan.

- Sí, nos necesitan tanto como nosotros a ellas. - respondía.

- No están ni ahí, viejito. Lo que pasa es que existe esa ilusión. La ilusión de que el cariño existe, que es posible encontrar a esa única persona con la cual estás destinado a estar. Y les meten esa ilusión hasta por los lagrimales cuando son pendejas. Al igual que a nosotros, nos meten la mierda de la caballerosidad desde cabros chicos. ¿Pa que po wueón?. Pa puro wuear po.

- No compipa, usted está equivocado. Las mujeres son totalmente capaces de amarnos. Simplemente es que su misma escencia es como el fuego: siempre cambiante...

- Es que puta, wueón. Yo no quiero una wueá que cambie, quiero una mina a la cual pueda amar, que sea igual de cariñosa, o hasta una perra, pero que siempre lo sea, pa saber como actuar!

- Esa es la belleza de las mujeres, hermano. El no tener armas ni armadura contra ellas. Estar siempre a corazón abierto. El hecho de que siempre que conozcas a una mujer te va a hacer daño, de una manera u otra, y el que ella no lo sepa es uno de los grandes placeres de esta vida. ¿Masoquista?. No, para nada. Se trata simplemente de disfrutar cada pincelada de la realidad. Este dolor en particular nos lleva a la profunda experiencia de sentir nuestra cabeza hecha mierda, nuestro estómago revuelto, sumidos en la confusión más grande que un humano pueda tener. ¿De qué otra manera podrías sentir todas estas cosas juntas, más que con lo que te hace sufrir una mujer?.

Y en estas cabilaciones el sueño por fin dió un respiro a sus locos pensamientos. Morfeo felizmente se lo llevó a su reino, aunque sea por un par de horas. Quizás el par de horas necesario para curarlo de esa borrachera que se llama "Mujer".

3.26.2006

6. Respirar alcanzando las estrellas

La entrada al parque estaba oscura. El foco del farol había reventado y las sombras de las esculturas se habían alargado hasta alcanzar tamaños espeluznantes. Los árboles no ayudaban mucho, pues parecían ocultar bajo su verde manto a estas sombras amenzantes.

Mientras subían las escasas e irregulares escaleras ella encendía un cigarro, mientras el respiraba profundo el aire nocturno de ese pequeño rincón de tranquilidad. Tantas cosas había vivido ahí, tantos juegos, tantas caídas, tantas desiluciones. Pero siempre parecía que los columpios lo acariciaban cada vez que se sentía mal, la arena sostenía sus pies y, cuando se tiraba, el pasto parecía hablarle en un idioma tan arcano como la misma tierra.

Una vez adentro, el la llevó a su lugar preferido, bajo un árbol no muy alto ni muy pequeño. De esos árboles con los que uno sueña, de esos que te imaginas cuando piensas en el concepto de "árbol", al más puro sentido platónico. La brisa se estaba poniendo fresca.

- Aquí muchas veces me he tendido y mientras miro hacia el cielo, ya sea estrellado o lleno de nubes, siempre encuentro algo nuevo acerca de mi mismo... - menciona el, en un súbito ataque de sinceridad. Quizás fué demasiado.- Creo que todo se resume en que nunca sabremos quién somos. No soy lo que yo pienso que soy, pero tampoco soy lo que otros piensan que soy... o simplemente quizás hoy estoy muy aburrido...

- No, no lo creo.- responde ella.- Muchas veces me he sentido como tu.- exhala el humo del cigarro.- Es como este mismo humo que nos rodea. Nosotros podemos ver como el humo cambia mientras se aleja de mi boca, pero el mismo humo no podría darse cuenta de sus cambios, aún cuando sepa de alguna manera muy básica que es humo. Es raro de explicar.

Los dos se miraron. Supieron en ese momento que estaban en el mismo maldito dilema. En la misma pregunta que todos nos hacemos, que algunos olvidamos y que muy pocos realmente contestamos alguna vez. ¿Quién soy?. Quizás el destino los había juntado. Quizás entre los dos podrían encontrar alguna respuesta. Quizás simplemente no significaba nada, pero en ese momento, en ese minuto, todo parecía esperanzador.

Se acercaron lentamente. El no sabía realmente si ella aceptaría, ella no sabía si realmente el se atrevería. Los músculos de los dos estaban totalmente tensos, la pierna derecha de el no paraba de tiritar, mientras ella jugaba casi histéricamente con sus dedos, arrancando el césped. Estaban tan cerca que podían sentir la respiración del otro en su cara. El aliento a cerveza de el, el olor a humo de ella. Todo era extraño, como si lo que vieran y sintieran no tuviera significado alguno en el lenguaje, como si el mismísimo significado de todo valiera absolutamente nada. Sus labios, rozándose, se acariciaron; sus lenguas y sus manos tocando al otro, en un éxtasis sublime, ¡libre de pensamiento y razón al fin!

Tendidos hacia atrás, las manos entrelazadas, parecía que en ese momento nada estaba mal. Nada podía de manera alguna estar mal. Las preguntas fueron contestadas con su desnudez, de la manera más natural que conoce el ser humano. Sólo estaban sus cuerpos desnudos, el árbol, el césped, los columpios y las estrellas acompañándolos. El estiró su mano hacia el cielo.

- Creo que el cielo, por hoy, está al fin al alcance de mi mano.- pensó en voz alta.

- No digas eso. Si aceptas que el cielo existe, el infierno no tardará en alcanzarte.- respondió casi proféticamente ella.

Y mientras la ciudad seguía su curso, su desnudez los hizo felices. Pero el amanecer no estaba lejos, y su luz reveladora no perdona a nadie.

3.13.2006

5. Historia Intermedia

Historias e histerias. Nada fuera de lo común esta noche en Santiago de Chile. Ellos caminaban hacia su destino, conversando, temiendo; pero la ciudad no para. No, no para por nadie. Ni por el ejecutivo que piensa que su corbata no resistiría si intentase colgarse, el adolescente espinillento que se vanagloria de sus éxitos sexuales siendo que lo más lejos que ha llegado es a robarle las revistas pornográficas a su tío, la esposa abnegada de un marido idiota que mira la cocina y huele por unos segundos el gas que emana de allí, con deseo.

Los últimos rayos mezquinos del sol, burlón en el cielo de verano, iluminan a un viejo que lleva a su nieta a comprar dulces. El viento tibio de las 8:30 pm acaricia los rulos de la pequeña y la calvicie del lento anciano mientras se acercan a la tienda de la esquina. La niña está enamorada (o al menos eso piensa) del chico que atiende en el bazar, el viejo sólo quiere un poco de magnesio; la acidez realmente es horrenda. El joven de la tienda espera que lleguen sus amigos para irse a ver una película con unas minas, quizás esta sea la oportunidad por la que ha trabajado tanto tiempo.

Raúl ha trabajado en microbuses toda su vida. Desde cabro chico su papá lo subía a su micro y se iban a pasear por lo que era en ese entonces Santiago. Toque de queda, desapariciones, nada de eso importaba, siempre y cuando el tanque tuviera algo de bencina. Ahora maneja para el recorrido 240. LLeva manejando diez horas, pero sigue como nuevo. Nadie se mete con él, el cañón que guarda debajo de su asiento lo protege física y mentalmente. No niega que muchas veces ha pensado en volarle la guata a las típicas viejas que se quedan encima de él, siendo que toda la micro está desocupada para atrás, o a esos estudiantes que no se quitan la mochila, pero en ese momento mira la calle y los recuerdos del pasado lo calman.

La esposa de Raúl, Berta, es feliz. ¿Cómo no serlo, con un marido trabajador como Raúl, y un amante fogoso como Sebastián?. Todos los días piensa que lo que hace no está mal, que porque los hombres cagaríamos a las mujeres siempre que tuviéramos posibilidad, ellas tienen el derecho de hacer lo mismo. Si, no hay nada malo bajo el cielo. Mientras Sebastián duerme después de una sesión del sexo más desenfrenado, Berta cocina el plato favorito de Raúl. Todavía gotea el amor de Sebastián, pero ella piensa "¿qué le gustará con estas papas fritas?".

Historias e histerias. Tantas cosas que contar, tan poco talento para contarlas. Cada uno de ellos merece todo un libro, pero ninguno lo tendrá. Quizás un final feliz, quizás una tragedia o una comedia sean lo adecuado. Nadie lo sabrá. Hasta es probable que sea mejor no saberlo. El simple hecho de saber que nadie está solo ya es suficiente final.

Ella y el pensaban miles de cosas, mientras todos los demás vivían sus propias vidas, cuando por fin llegaron a su destino.

3.02.2006

4. Derecha, Izquierda; Arriba, Abajo

Caminaban en silencio.

Ella fumaba un Lucky Strike corriente, el filtro cortado. Eso le hizo pensar que ella era una niña bien, que aún vivía con sus padres y que seguramente estaría estudiando algo en alguna universidad pluralista. Sus ropas gastadas y esos lentes pasados de moda podrían ser sólo el típico grito que se dá cuando no estás de acuerdo con algo, y lo representas de manera tan trivial como es con la ropa o tu estilo.

El jugaba con la roñosa caja de fósforos vacía en sus manos. Ella quería escapar de todo. Se sentía encerrada en su propio ser. Se miraba y se encontraba una extraña hasta para sí misma. Los problemas, la mierda cotidiana, no, no es para todos. Nietzsche quizás sólo era un escape de sí misma, quién sabe. La mente femenina es un misterio, hasta para ellas mismas. Quizás el podría encontrarla. Quizás no era nadie.

- Me sorprende el que haya tanta gente y que a nadie le importa, ¿sabes? - interrumpió ella - Cuando cruzas la calle sólo miras hacia los lados, pero he llegado a pensar que no basta. Hay que mirar en todas las direcciones. No quiero sonar como una maldita creyente, de esas que acuden todos los putos días a la Iglesia, a redimirse y a golpearse el pecho por el sólo hecho de vivir, pero siento que hay que mirar hacia arriba y hacia abajo. Nunca sabes cuando Dios o Lucifer pueden hacerte vivir una experiencia que definitivamente querrás olvidar.

- No creo en esas estupideces. Mi destino lo controlo solamente yo, y nadie más. Deberías saberlo, si es que lees a Nietzsche.- respondió cortante el. Realmente le disgustaba la religión y las creencias ciegas en dogmas incuestionables. Quizás por eso se buscaba constantemente, ya que el cuestionarse todo tiene un lado bastante desagradable.- Sólo yo puedo meterme en algo o salirme de otra cosa. Sólo basta mirar hacia los lados, no hay nada más que eso.

Ella lo miró casi con asco. No era diferente a los imbéciles que miraban el fútbol, un hombre cerrado y patético, que no creía en nada más que en él mismo, con un dejo de egocentrismo, típico rasgo post-moderno.

- Creo que te equivocas. Es tan simple pensar que no hay nada más aparte de uno, pero lo cierto es que tu no eres nadie, el ambiente en que te mueves define lo que eres, aquí y en todas partes.- contestó ella. Lo decía simplemente para rebatir el comentario de el, no porque realmente lo creyera. Si fuera así, no tendría razón de buscarse a si misma, su respuesta acerca de quién era en realidad estaría contestada.

- Pero uno de cierta forma determina su ambiente. Yo elijo ir a un bar, yo elijo no estar ahí. Yo elijo que tomar y que no, yo elijo.... - antes de terminar la oración se dió cuenta de que no importa lo que elija, siempre el ambiente lo va a determinar. No podía aceptar esto. No podía aceptar el hecho de que estaría para siempre perdido en algo que no era el. Eso simplemente le abría aún más dudas acerca de quién era realmente, de si algo de lo que es fuera real.- Dejemos el tema hasta aquí. Ya estamos llegando.

La luz era tenue.

3.01.2006

3. La Mujer, El Hombre y La Manzana

"Hola", le respondió la mujer. Ahora que estaba más cerca podía ver que su cara parecía cansada. Pero no era anti estético totalmente, era más bien una mirada específica en sus ojos, como si hubiera vivido más de lo que estaba destinada a vivir.

- Así que lees a Nietzsche. ¿Te gusta?- preguntó nuestro personaje algo titubeante. No es raro en él. Siempre le ha tenido miedo a todo lo que no sea él, a todo de lo que no está seguro. Siempre que se enfrenta a alguien nuevo siente una terrible sensación de mareo, como si todo su cuerpo se fuera a derrumbar.

- Sí, así es. Me parece interesante la manera en que piensa, aunque está demasiado definido por sus experiencias.- contestó. - ¿Lo has leído?

¡Oh, una mujer le ha hablado de manera amable!. Si antes estaba nervioso, multiplíquenlo por el infinito. Es realmente increíble lo que pueden hacer las palabras, ya que si mirásemos dentro, muy dentro, de los pensamientos de nuestro amigo podríamos ver que poca parte de él ya está interesado en hablar de filosofía. Que triste es el humano, que olvida tan fácilmente sus objetivos.

- Eh, si. Me encanta Nietzsche... ¿puedo sentarme?- "¿habré sido muy patudo?", pensó.

- Claro.- y volvió a su lectura. Siguió un largo momento de silencio, en donde él pensaba "Que digo?" mientras miraba el suelo, lleno de cerveza derramada, cenizas y colillas de cigarros. Movimientos nerviosos surgían de la nada y su pierna parecía tener vida propia. Zapateaba ferozmente mientras ella pensaba "de qué le hablo?". No había vuelto a leer. Ella estaba tan nerviosa como el, pero no quería demostrarlo. ¿Qué tendrán las relaciones con extraños que nos vuelven locos?, ¿será el miedo al rechazo?, ¿será el miedo.... a qué?.

El sudor corría por las frentes de ambos, pero estaban tan absortos en ellos mismos que no se daban cuenta el uno del otro. Al final la situación se convirtió en una broma irónica, nerviosos por el otro, sin fijarse en esa persona. Lo fácil que se pasa de la atracción al miedo hace pensar si estas dos emociones estarán conectadas, si tendrán alguna escabrosa relación llena de sexo y depravaciones.

- ¿Te gustó el libro?- preguntó el, que ya no soportaba el horrible silencio.

- Sí, bastante.-

El partido había acabado y el bar estaba vacío. Sólo estaban dos personas desconocidas sentadas en un bar sin nombre, en silencio, pensando cada uno en uno mismo, a raíz de otra persona. Una mujer pasaba fuera del bar, venía del supermercado, y dejó caer una manzana, que rodó a los pies de ella. Al momento de recogerla se percató de lo poco que habían hablado, y se sonrojó. El pensó en irse corriendo de esta atrocidad llamada interacción.

La manzana fué colocada en medio de la mesa. Los dos tenían mucha hambre, no sé si de alimentos u de otra cosa. Quizás tenían hambre del otro, quizás la soledad los tenía famélicos, quién sabe. Lo único seguro es que ninguno de los dos, por más aterrorizados que estaban, no podían irse. Simplemente no podían, sus pies no respondían. Querían que los conocieran para poder conocerse ellos mismos. Ella tomó la iniciativa.

- ¿Vamos a otro lugar?, esto está muerto.-

- Está bien. Conozco una calle que te encantará.-

Parecía que el silencio, el miedo, la vergüenza y el hambre social los había acercado, de una manera silenciosa y fatua. Al salir las luces los iluminan. Ella mira hacia abajo, el hacia adelante. Los dos piensan que quizás éste es el momento de decir algo, cualquier cosa.

Los dos callan durante todo el camino.

2. Las luces, la cerveza y el cigarro

Se bajó en cuanto escuchó los vasos de shop chocando unos contra otros y las risas alborotadas de parroquianos aún levemente borrachos. En la micro no había nadie interesante, ni parejas descaradas besándose y tocándose por todas partes, ni hombres sombríos con ojos fijos en las carteras y billeteras; no, era muy temprano para eso. "Sólo una anciana decrépita y aburrida, que no sabe en realidad quién es ella misma y un fracasado que no tuvo más remedio que trabajar en "esto"; sentado, apurado, estresado... con los días contados", pensaba.

Al momento de cruzar la puerta, o lo que quedaba de ella, y entrar al bar se pudo fijar como iba a ser la tónica de esa noche: había partido de fútbol. "¡Por la conchadesumadre!", pensó, ya que odiaba realmente el fútbol. Nunca entendió (y sigue sin entender) cuál era la gracia de ver a 24 tipos, todos corriendo como si no tuvieran cerebro, detrás de una pelota, con el único objetivo de meterla en el arco contrario. Realmente se sentía un desconocido en su propia tierra.

Se acercó a la barra, espaldas a la televisión, y pidió lo que siempre pedía: una cerveza. ¿Quién de nosotros no ha pensado horas interminables, en estado de completa ebriedad, lo delicioso y refrescante que es este néctar de cebada?, así mismo, nuestro personaje pensaba en ese momento lo bien que le haría tomarse una Escudo bien helada.

Mientras pedía al cantinero que le prestase fuego se fijó en una mesa un poco alejada de todo, en donde una mujer leía un libro bastante peculiar. El fuego chamuscó un poco las cejas de nuestro amigo, pero bien valía la pena por esa pequeña distracción. Al fin tenía lo que quería hace un rato: una cerveza helada en su mano y un cigarro, por muy malo que fuera, en la boca.

De reojo se fijó en la mujer y logró notar algunas de sus facciones. Estaba algo encorvada, bastante abrigada para la temporada, una nariz aguileña descendía por su cara y el pelo, oscuro o café, no pudo fijarse bien, le cubría toda la frente y parte de los ojos, los cuáles estaban adornados por unos lentes muy pasados de moda. El libro que leía fué lo que más le sorpredió, ya que no era nada más ni nada menos que "El Ocaso de los Ídolos", del gran maestro Nietzsche.

Se tomó unas cuantas botellas más, y logró hacerse el valor para irle a hablar. Una mujer que leía a Nietzsche bien valía la pena de arrojarse a lo que más terror le daba: una relación totalmente nueva con una persona totalmente desconocida, y aún más... ¡con una mujer!, aquéllos seres, medio terrenales, medio angelicales y medio diabólicos que nos persiguen en sueños y que realmente lo único que podemos hacer es amarlas.

Mientras se acercaba entre los descerebrados parroquianos como un explorador en la selva, la densa nube de humo que envolvía al bar lo cegaba, lo mareaba y lo ponía aún más nervioso de lo que ya estaba. Los típicos "¿Será muy pesada?, ¿Qué le digo?" acechaban la mente de nuestro joven cuando de repente ya se encontraba frente a ella, mirada estúpida y aún más nervioso que antes. Las hormonas parecían bailar tap en su cabeza, las neuronas parecían haberse dado el descanso de almuerzo, sus extremidades parecían haberse congelado y su estómago de seguro pensaba salírsele del cuerpo.

No supo cómo, pero los músculos de su cara comenzaron a contraerse y a formar una palabra típica, que decimos todos los días, pero que nunca captamos todos los movimientos necesarios para hacerla. Él se dió cuenta, sin embargo, de cada uno de los músculos, de cada una de las formas que su lengua ponía, de cada emisión de saliva que producía, de todo lo que necesitaba para decir simplemente "Hola".

1. Presentación

Un atardecer tranquilo embriaga la habitación. Por fin pudo pagar la renta, pero no quiere quedarse aquí, los chillidos de los niños de al lado lo vuelven loco. Quiere salir otra vez, pero no sabe dónde. Como siempre, no importa mayormente.

Apaga el computador, no tiene suficiente dinero para pagar la luz. La música deja de sonar y la inspiración se disuelve lentamente en el ruido de la calle. Toma las llaves de la habitación y, al salir, se encuentra con la vecina, una puta vieja que siempre fuma Derby corriente a la salida de su puerta. Da miedo mirar dentro de esa habitación, pero el morbo puede más, como siempre, y en el vistazo corto que alcanza a dar puede ver a un viejo, gordo y grasiento, acostado.

- Hola, pequeño- saluda la mujer. Es demasiado para él, así que sólo asiente con la cabeza y se apresura en bajar las escaleras. El calor de los motores de las micros que se detienen en el paradero en frente del edificio lo golpea como si fuera una muralla. Saca un cigarro, un Belmont Light, el último que queda, completamente arrugado, e intenta encenderlo con el último fósforo de su bolsillo. Falla...

Su nombre no importa, su edad tampoco. Lo único que realmente sabe en este momento es que necesita una cerveza fría y unos fósforos para poder fumar su cigarro. Toma la primera micro que se para y empieza a viajar, sin destino, como hace todos los viernes desde hace ya quién sabe cuánto tiempo.
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