6.21.2006

12. Cosas que nunca debieron ser.

Se miraron. Los dos supieron en ese momento que el otro estaba allí, pero casi como si existiera tal cosa como un inconciente colectivo y este los hubiera puesto de acuerdo, miraron rápidamente hacia otro lado, él hacia el cantinero que le servía su tercera cerveza, y ella hacia el tipo con que venía hablando. Por lo que él alcanzó a escuchar, su nombre era Francisco. No pudo más que desviar la mirada, pero no pudo desviar su oído. Toda su percepción auditiva estaba concentrada en esa mesita al otro lado del sucucho. Que cosa más desagradable es escuchar una y otra vez una voz que debería estar a tu lado, conversando animadamente, como nunca hizo contigo, con otro hombre distinto a ti. Es casi como una patada en los testículos, uno siente que acaba de perder la guerra, el otro es simplemente mejor, y no creo que haya un pensamiento más molesto que "¡no soy tan bueno como pensaba que era!".

- Pero Francisco, te dije que la alfombra estaba mal cuidada. Debiste pintar de otro color las paredes.- dijo casualmente ella. ¿Es que acaso de verdad no lo había visto?. No, lo había visto, clara y nítidamente, allí, encorvado frente a su botella de Escudo. Parecía que en este momento todo era diferente, como si la otra vez no hubiera sido más que una noche en donde todo estaba borroso y distorcionado, su visión de ella misma, la visión de los demás, todo. Leer a Nietzsche generalmente causa ese efecto a las mentes que saben lo que están leyendo. ¿Se levantaría de la barra para hablarle, independientemente de su acompañante que ahora le estaba tomando la mano a esa mujer que le hizo casi perder la razón, a esa mujer que por una sola noche hizo que todo fuera claro en mitad de la pegajosa oscuridad de la inseguridad o simplemente se quedaría allí sentado, como el cobarde que sabe que es?. Como muchos de nosotros haríamos (y no como lo haría el típico héroe de las películas) se quedó sentado, ignorando ese dolor en el pecho, la piedra en su garganta, la marca de los bototos de Francisco en su pisoteado ego.

Las medias horas pasaban y el deseo de irse rápidamente de ahí, huir como un animal herido, no cambiaba en nada, pero simplemente las piernas no le obedecían. Un molesto pensamiento le molestaba en la cabeza. "¿Y que pasaría si me levantara y le saludara?... ¿Si le pidiera una explicación?... ¿Cómo se lo diría?". Y así empezó la eterna y suicida tarea del cerebro de imaginar mil y unas situaciones distintas, con distintas frases, todas llegando a un fracaso total, lo cual no lo detuvo para seguir pensando estupideces.

Su estómago no resistía más. Pudo ser la quinta cerveza que se tomó o pudo ser los nervios de pensar en esa situación, la verdad era que tenía que ir al baño. Cuando se paró se dió cuenta de que ella ya no estaba. ¿En que momento se había ido?, ya no importaba. Entre triste y tranquilo caminó lentamente al baño. Meó parsimoniosamente, todos esos pensamientos angustiantes parecieron irse con el tibio líquido amarillento. Ya no estaba en él toda esa mierda... o al menos el alcohol la había hecho dormirse. Decidió irse a visitar a una "amiga"... estaba lo suficientemente borracho como para no pensar en otra cosa que satisfacer sus deseos primarios.

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Ella se había cambiado de mesa. Francisco, su novio, era perfecto. Un tipo inteligente, con trabajo estable, le gusta la misma música y hasta habían adopatado una perrita de la calle. Estaba con él hace ya unos cuantos años y vivían juntos. Sí, es verdad, tenían sus problemas, como todas las parejas, pero hace unos tres o cuatro meses salió de la casa a un lugar donde pudiera beber trabquilamente. Leía "Más Allá del Bien y del Mal" y se estaba cuestionando su propia existencia, su identidad, su propia realidad. Era un momento bizarro, casi psicótico, en donde todo parecía de mentira. Los edificios de repente ya no eran duros, si no entes frágiles a la merced de la piedad de los temblores, las estrellas ya no eran hermosas, si no planetas que hace millones de años ya no existían. Todo parecía torcido y sin significado. Los consensos en que se basa la realidad estaban siendo expuestos por su mente, ayudada por el texto de Nietzsche.

Esa noche cometió un error: se acostó con otro hombre. Era distinto. Era todo lo que no era Francisco. No tenía trabajo estable, no parecía mayormente inteligente, pero había algo en el que no tenía Francisco. Estaba asqueado de la realidad impuesta. En ese momento, en ese contexto, le pareció sumamente atractivo el que el estuviera parado en el mismo paradigma que ella. Fué agradable el que alguien te entiendera sin juzgarte. Fué agradable sentir que alguien, al menos por un minuto, te entendió a la perfección.

Cuando se despertó desnuda en el pasto cubierto de rocío todos los consensos que definen la realidad volvieron a arraigarse en su mente, en su cuerpo y en su alma. Sabía quién era nuevamente (o al menos eso creía) y no había razón para seguir allí. Pero cuando dejó a ese pobre hombre allí sintió que dejó algo más... nunca supo qué, hasta esa noche en el bar. Cuando le vió sentado tomando una Escudo supo al fin porqué no había podido dejar de pensar en esas horas que caminaron rumbo al parque San Borja.

Una micro pasaba por afuera del local, y las luces de los carabineros iluminaban la barra cada vez que pasaban, minutos después de Seguridad Ciudadana.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

triángulo...historia conocida...¿amor o pasión? siempre la misma lacerante disyuntiva...

1:39 p. m.  

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