6.28.2006

13. Ojos de murciélago, corazón de piedra, entrañas de acero.

Las nubes obscurecían Santiago. Los faroles iluminaban a duras penas la vereda solitaria por la cual él arrastraba patéticamente su existencia. En una pared protegida por la sombra de un árbol decide hacer sus necesidades... ha escuchado que aguantarse no hace bien. El calor parece ser sustraído de su cuerpo, pero no lo importa. Total, ya no hay mucho más calor para él esta noche. Está totalmente perdido por calles inhóspitas y desconocidas, la esperanza de encontrar un busto tibio y acogedor se desvanece a cada paso forzado que lo lleva a la plaza más cercana. Es casi un instinto de santiaguino borracho, el encontrar alguna plaza solitaria y perdida en este mar de asfalto para poder tirarse en uno de sus muy incómodos bancos de madera para pasar el resto de la noche hasta que los microbuses empiecen a circular nuevamente.

La plaza es pequeña, pero está situada en una calle ínfima, así que los pacos no pasarán por ahí. El silencio absoluto de la noche es inquietante. La bizarra lucidez de los momentos previos a la sobriedad comienza a aparecer en nuestro amigo mientras mira embobado la bóveda celeste, que no es bóveda alguna ni es celeste en todos los casos.

- Al final - inhala una gran bocanada de humo - dió lo mismo. No importa que los otros traten de conocerme, o dado el caso, de conocer a cualquier otra persona. Al final no somos más que lo que los otros desean que seamos, y si por casualidad queremos llevar las riendas de nuestra personalidad, nos hacemos huraños, extraños, alejados del contacto humano. Parece que la extroversión es el método de coacción terminal de la sociedad.-

Nunca ha podido distinguir las constelaciones, pero hay un conjunto de estrellas que siempre busca (y encuentra) cuando mira hacia el cielo y Santiago es tan amable como para mover algunas de sus molestas nubes de suciedad, mostrando ese salpullido luminoso. El Cinturón de Orión siempre ha tenido para el un significado especial, pero como la mayoría de las cosas significantes en nuestras vidas, no recuerda muy bien el momento en que pasó a serlo. La noche que su padre se la enseñó fué especial, no recuerda por qué, y la verdad tampoco sería distinto si lo recordara. Lo único que sabe es que cuando reconoce esas tres estrellitas titilantes se siente afirmado, como si alguien lo estuviera sosteniendo, impidiendo que se reventara la cara contra el frío suelo.

- Parece que sólo nos tenemos a nosotros, pero de todas formas duele demasiado. - desvariaba.

Cuando se dió cuenta de que ya no podía distinguir las estrellas supo que era hora de partir, de reanudar su vida. El día comenzaba una vez más y, como siempre, no le iba a preguntar si tenía ganas de seguir. Caminó un rato hasta que llegó a una calle principal. Tomó cualquier micro y partió, esta vez de día, para tratar de ver las cosas con otros ojos, aún cuando muy dentro de sí nada iba a cambiar. Como de costumbre.

6.21.2006

12. Cosas que nunca debieron ser.

Se miraron. Los dos supieron en ese momento que el otro estaba allí, pero casi como si existiera tal cosa como un inconciente colectivo y este los hubiera puesto de acuerdo, miraron rápidamente hacia otro lado, él hacia el cantinero que le servía su tercera cerveza, y ella hacia el tipo con que venía hablando. Por lo que él alcanzó a escuchar, su nombre era Francisco. No pudo más que desviar la mirada, pero no pudo desviar su oído. Toda su percepción auditiva estaba concentrada en esa mesita al otro lado del sucucho. Que cosa más desagradable es escuchar una y otra vez una voz que debería estar a tu lado, conversando animadamente, como nunca hizo contigo, con otro hombre distinto a ti. Es casi como una patada en los testículos, uno siente que acaba de perder la guerra, el otro es simplemente mejor, y no creo que haya un pensamiento más molesto que "¡no soy tan bueno como pensaba que era!".

- Pero Francisco, te dije que la alfombra estaba mal cuidada. Debiste pintar de otro color las paredes.- dijo casualmente ella. ¿Es que acaso de verdad no lo había visto?. No, lo había visto, clara y nítidamente, allí, encorvado frente a su botella de Escudo. Parecía que en este momento todo era diferente, como si la otra vez no hubiera sido más que una noche en donde todo estaba borroso y distorcionado, su visión de ella misma, la visión de los demás, todo. Leer a Nietzsche generalmente causa ese efecto a las mentes que saben lo que están leyendo. ¿Se levantaría de la barra para hablarle, independientemente de su acompañante que ahora le estaba tomando la mano a esa mujer que le hizo casi perder la razón, a esa mujer que por una sola noche hizo que todo fuera claro en mitad de la pegajosa oscuridad de la inseguridad o simplemente se quedaría allí sentado, como el cobarde que sabe que es?. Como muchos de nosotros haríamos (y no como lo haría el típico héroe de las películas) se quedó sentado, ignorando ese dolor en el pecho, la piedra en su garganta, la marca de los bototos de Francisco en su pisoteado ego.

Las medias horas pasaban y el deseo de irse rápidamente de ahí, huir como un animal herido, no cambiaba en nada, pero simplemente las piernas no le obedecían. Un molesto pensamiento le molestaba en la cabeza. "¿Y que pasaría si me levantara y le saludara?... ¿Si le pidiera una explicación?... ¿Cómo se lo diría?". Y así empezó la eterna y suicida tarea del cerebro de imaginar mil y unas situaciones distintas, con distintas frases, todas llegando a un fracaso total, lo cual no lo detuvo para seguir pensando estupideces.

Su estómago no resistía más. Pudo ser la quinta cerveza que se tomó o pudo ser los nervios de pensar en esa situación, la verdad era que tenía que ir al baño. Cuando se paró se dió cuenta de que ella ya no estaba. ¿En que momento se había ido?, ya no importaba. Entre triste y tranquilo caminó lentamente al baño. Meó parsimoniosamente, todos esos pensamientos angustiantes parecieron irse con el tibio líquido amarillento. Ya no estaba en él toda esa mierda... o al menos el alcohol la había hecho dormirse. Decidió irse a visitar a una "amiga"... estaba lo suficientemente borracho como para no pensar en otra cosa que satisfacer sus deseos primarios.

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Ella se había cambiado de mesa. Francisco, su novio, era perfecto. Un tipo inteligente, con trabajo estable, le gusta la misma música y hasta habían adopatado una perrita de la calle. Estaba con él hace ya unos cuantos años y vivían juntos. Sí, es verdad, tenían sus problemas, como todas las parejas, pero hace unos tres o cuatro meses salió de la casa a un lugar donde pudiera beber trabquilamente. Leía "Más Allá del Bien y del Mal" y se estaba cuestionando su propia existencia, su identidad, su propia realidad. Era un momento bizarro, casi psicótico, en donde todo parecía de mentira. Los edificios de repente ya no eran duros, si no entes frágiles a la merced de la piedad de los temblores, las estrellas ya no eran hermosas, si no planetas que hace millones de años ya no existían. Todo parecía torcido y sin significado. Los consensos en que se basa la realidad estaban siendo expuestos por su mente, ayudada por el texto de Nietzsche.

Esa noche cometió un error: se acostó con otro hombre. Era distinto. Era todo lo que no era Francisco. No tenía trabajo estable, no parecía mayormente inteligente, pero había algo en el que no tenía Francisco. Estaba asqueado de la realidad impuesta. En ese momento, en ese contexto, le pareció sumamente atractivo el que el estuviera parado en el mismo paradigma que ella. Fué agradable el que alguien te entiendera sin juzgarte. Fué agradable sentir que alguien, al menos por un minuto, te entendió a la perfección.

Cuando se despertó desnuda en el pasto cubierto de rocío todos los consensos que definen la realidad volvieron a arraigarse en su mente, en su cuerpo y en su alma. Sabía quién era nuevamente (o al menos eso creía) y no había razón para seguir allí. Pero cuando dejó a ese pobre hombre allí sintió que dejó algo más... nunca supo qué, hasta esa noche en el bar. Cuando le vió sentado tomando una Escudo supo al fin porqué no había podido dejar de pensar en esas horas que caminaron rumbo al parque San Borja.

Una micro pasaba por afuera del local, y las luces de los carabineros iluminaban la barra cada vez que pasaban, minutos después de Seguridad Ciudadana.

6.19.2006

11. Camino a la monotonía.

Es viernes al fin. Otro día más para vagar y comprarse una cerveza de mala muerte con su escueto salario. Una Escudo no le vendría mal. Björk deja de sonar para que comienze un piano tranquilo pero a la vez muy cargado de muchas emociones de Craig Armstrong. Las luces de las micros pasan raudas por la pieza, iluminando todo de golpe y dejando todo en oscuridad al milisegundo siguiente. Pareciera como si todo fuera en cámara lenta. Cómo se pone la chaqueta de cuero gastada, cómo guarda los cigarros en un bolsillo interno, como mete monedas que estaban encima de la mesa al bolsillo de su pantalón, un blue jean que debe tener ya unos 5 años, cómo guarda la billetera en un bolsillo trasero.

Al salir de su pieza se encuentra a la puta de al lado. Está fumando tranquilamente un Derby corriente en el portal de su departamento. Mira curiosamente el colchón tirado en el suelo, los ceniceros llenos hasta reventar de cenizas, un par de botellas de Mitjans vacías en el suelo. Su cara regordeta y grasienta pareciera que esbozara una sonrisa.

- Oiga mijo, que tení la cagá en la pieza.- le dice, botando humo mientras habla. Su boca despide un olor muy peculiar, entre pasta de dientes, Coral, pisco y sexo. Suficiente para tumbar a cualquiera que no supiera cómo es la vida en realidad.- Si querí te ayudo mañana en la mañana. Me tomo el día libre.

- No gracias, tía.- responde respetuosamente. Sabe de oídas que las putas enojadas son muy peligrosas.- Me gusta como está. Supongo que es la mejor manera de definirse, el cómo tiene uno la pieza. ¡Soy un tipo simple y desordenado!.- ríe casi nerviosamente. Aún cuando lo dijo para salirse del embrollo, esa frase quedó en su mente mientras iba bajando las escaleras, raudo, para alejarse de la concubina. Cuando el aire despedido de los motores de los microbuses golpea su cara sigue pensando en eso, mira hacia el suelo y no ve siquiera el número de la micro que toma. Paga su pasaje y camina lentamente hacia el asiento de más al fondo.

El camino es lo de siempre, aún cuando no tiene idea de dónde está. Siempre lo mismo, siempre luces, oscuridad, luces y oscuridad de nuevo. Los semáforos ocasionales le permiten ver las caras de los transeúntes que van alegremente, a diferencia de él, a tomarse unos tragos. Sabe que dentro de unos segundos olvidará completamente sus caras, pero aún así intenta pensar como ellos. "¿Cómo será mirar desde ellos?", se pregunta. Juega en cada luz roja a adivinar que piensa esa persona que olvidará para la próxima vez que el bus se detenga. Pero a pesar de estos juegos consigo mismo no logra salirse del aburrimiento monótono del viaje, aún cuando sea a algún lugar de Santiago que no conozca. "Supongo que Santiago es siempre lo mismo. Autos por montones, luces y asfalto. Ruidos caóticos y caras inhóspitas. No importa hacia donde, Providencia o Pudahuel, Ñuñoa o Recoleta, el amarillo de las micros, el gris del asfalto, el salto de los adoquines... ¡en todas partes es igual!".

Para cuando se baja en el primer letrero luminoso de "Cristal, Así Nos Gusta!" toda la monotonía del viaje en micro se desvanece. Entra, se sienta en la barra y pide una Escudo. El amargo licor burbujeante calma su sed de preguntas pseudo existenciales y logra apagar de a poco tanto pensamiento loco. Al final del día, un buen trago de cerveza puede limpiarnos de la mierda acumulada y junto con un cigarro nos predispone a tener una buena noche. Por primera vez en harto tiempo quizás ésta sería una noche tranquila y feliz... ¿pero qué sería de nuestra historia si esto fuera así?, ¿qué tipo de vida sería la de nuestro amigo si nada le sucediera?. La ciudad no da piedad a nadie, y es por esto que, cuando en la rocola del lugar empieza a sonar Better than You de Metallica, entra nada más ni nada menos que la causa del dolor de pecho que él ha estado sintiendo estos últimos meses.

Se miraron lo que pareció una eternidad. La canción acabó.

6.13.2006

10. Hiper tolerancia a la Frustración.

Se despierta poco a poco. Las semanas han pasado y todo sigue igual que antes; el trabajo monótono y aburrido de enviar spam por internet y la asistencia vacía a cátedras que no influyen en su vida. El recuerdo de ella parece ser ahora un simple y mero suspiro de alguna neurona perdida en la parte más lejana de su sistema nervioso, y esa noche ahora ya no es más que un número en el calendario de la agenda que lleva en su mochila, totalmente vírgen.

A veces ya no sabe por qué se siente triste, a veces simplemente se queda mirando las luces vagabundas que le saludan en el techo de su pieza mientras se encuentra recostado en su colchón
tapado solamente con su chaqueta de cuero vieja. Las ve desfilar frente a sus ojos cansados, una tras otra, tras otra, tras otra, tras otra, hasta que lentamente sus párpados se hacen de piedra y poco a poco comienza a perder el sentido, y las luces ya no son sólo eso, son figuras fantásticas. Son dríades y náyades que bailan al son de una melodía inexistente. Son sirenas y tritones que lo invitan al mar, a nadar libremente junto a ellos. Son ángeles y demonios que lo persiguen hasta que el frío lo despierta y lo obliga a taparse, y las luces vuelven a ser solamente eso. Tristes y vacías luces recorriendo la oscuridad del techo, carentes de sentido y propósito... igual que él.

Se rasca la cabeza, se levanta y camina lentamente hacia el espacio que utiliza como baño, que a su vez le sirve como cocina y a veces como comedor. Toma su cepillo de dientes y se los lava prolijamente. Está en eso unos quince minutos hasta que despierta, se enjuaga y se viste. El computador ya ha enviado todos los correos de hoy y suena en el winamp algo de Massive Attack. Abre la caja de plumavit que hace de refrigerador y se da cuenta de que tendrá que conformarse con un cigarrillo nuevamente. Busca por todas partes su "desayuno" para recordar que anoche se fumó el último. Sin cambiar la expresión de la cara decide simplemente olvidar desayunar y partir hacia la universidad.

Hoy por fin le entregarían esa evaluación para la cual se mató estudiando. Si no se sacaba un 5 para arriba realmente se sentiría estafado. Una sonrisa invade involuntariamente su cara cuando la profesora entra.


- Lo siento chicos, las pruebas no se las podré entregar hoy ya que he revisado algunas y solamente tienen el puntaje puesto.- anuncia la regordeta señora- Sin embargo pueden venir a ver su puntaje si lo desean.

Seguro de su alto puntaje, nuestro amigo se para y parte a ver su calificación... ¿¡¿¡¿¡¿¡6/24?!?!?!? ¿Cómo en el universo es eso posible?. Contestó tal cual como dijo la ayudante que había que contestar, puso todo lo que se revisó en la ayudantía preparatoria para la prueba. La total confusión y la decepción terminal se apoderaron de él en ese mismo instante. Tomó sus cuadernos y partió hacia lo que el llama hogar. Eran las 13 horas cuando se recostó en su colchón, la luz del Sol se reflejaba en los microbuses que pasaban constantemente por la salida del departamento y le molestaba en los ojos, pero era tal su sorpresa que seguía impávido mientras sus córneas casi podían oler a quemado.

"¡¿Que mierda me pasa?!", pensaba. Su paciencia estaba constantemente siendo llevada al límite, su cordura parecía fragmentada, sus miedos multiplicados y su motivación pisoteada. "¿Qué puedes hacer cuando sientes que cada paso que das termina inexorablemente en un pedazo de mierda?", se quejaba. Siguió repitiendo esa pregunta hasta que casi se convirtió en un mantra. Hasta que quedó tatuada en cada uno de sus axones, hasta que su piel podía escribir en ella misma la pregunta. De tanto preguntarse llegó a su respuesta: "Nada. No puedes hacer absolutamente nada. Debes seguir caminando, soportando el hedor, la viscosidad tibia de cada uno de esos montecitos de pestilencia putrefacta. Aún cuando tus pies y todo tu cuerpa apeste a muerto, cada paso que das te acerca a la meta."

Y cuando por fin pudo articular este pensamiento en su último segundo de vigilia, cayó profundamente dormido. Mañana todo seguiría igual; ella no estaría con él, su puntaje no cambiaría y las luces lo seguirían persiguiendo en sueños, pero estaría un día más cerca de la meta, un día más cerca de su muerte... y a pesar de lo que nos pueda decir nuestro sentido común, para él eso es un pensamiento bastante tranquilizador. Para cuando vuelve a abrir los ojos, el farol de la esquina ilumina toda su pieza con un brillo amarillento, mientras de los parlantes suena alguna melodía bizarra de Björk....
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