10.08.2008

20. Retomando la vida

Han pasado un par de años desde que sucedió todo. O nada.

Las cosas cambian en la ciudad; las luces que la iluminan suelen ser las mismas, pero los objetos que iluminan se transforman, se distorsionan, se contraen y se derriten. La locomoción colectiva ya no es esa maraña romántica (¿o anti-romántica?) a la cual nuestro personaje podía subirse sin rumbo fijo, si no un sistema pensado, planeado y ejecutado. Busca la homogeneidad, no la diversidad. Los colores parecen muertos y la aventura desapareció. Ahora viajar es más seguro, es más aburrido, es más ejecutivo. Viva el neoliberalismo, viva hasta el fin de los tiempos.

La ciudad lo alentaba a cambiar.

Todos los días se sorpendía de despertar y encontrarse a si mismo idéntico, pero distinto. Tantas cosas, tantas vivencias nublaban su conducta, era otro ya, o al menos eso le gustaba pensar. Y aún así en el fondo, en ese frío hueco vacío que de noche sentimos cuando estamos apesadumbrados, seguía siendo el mismo.

Hace algún tiempo había decidido dejar de buscar. Lo que fuera que estuviera buscando ahora debería encontrarlo a el, y no al revés. El simple aburrimiento de buscar sin encontrar, de preguntarse sin respuesta, de mirar sin lograr ver lo llevaron a decidir esperar. A veces se pregunta si esperar tiene algún sentido, si habrá algo o alguien que realmente alguna vez lo buscará a él. Hasta ahora, y fué un doloroso descubrimiento, todo lo que había hecho era buscar respuestas y felicidad, y cada vez que con más ahínco intentaba como un puñado de arena parecçia escaparse todo, irremediablemente. Como granos de arena, insignificantes, caían sus fantasías, dispersas por el viento a veces frío a veces tibio de Octubre.

Sale a caminar. Los Aromos sudan una fragancia que lo transporta, que lo embriaga en su suavidad, que excita hasta las neuronas más profundas de su cerebro. Respira hondo ese aire dulce de las noches de las primeras semanas de Octubre mientras espera ser encontrado. No importa si en diez minutos más estará estornudando sus ojos por la nariz... ya no importa.

"Respira, estúpido. Respira este aroma que ya se va... como todo... como todos", pensaba mientras buscaba infructuosamente en sus bolsillos algún cigarrillo olvidado. Sólo una vuelta a la cuadra, no más por hoy. No más por hoy.

Solo se quita los pantalones y los tira a la silla en medio de la oscuridad, no acertándole. Se desploma cansado sobre la cama y una vez tapado con las sábanas, impregnadas de su olor, se quita los calcetines frotándolos contra su pie contrario. Quedan perdidos en algún lugar entre las desordenadas sábanas. El ruido de las nuevas máquinas es más suave, lo que le permite escuchar con más claridad las peleas de la vieja puta con sus hijos.

No puede quedarse dormido con las sábanas tan arrugadas, pero la pereza puede más. Se queda simplemente acostado, de lado, acariciandose los pies con los mismos dedos. Y mientras lo hace pierde poco a poco la esperanza de que algo o alguien lo encuentre. Hasta ahora el ha buscado. Ha buscado respuestas, ha buscado consejos, ha buscado cariño. Por mucho que esté aburrido de buscar, la opción, esperar, le parece muchísimo más aterradora. La pregunta que de a poco se forma en su mente, en el momento lúcido antes de dormir, esos segundos de divina lucidez que se olvidan en cuanto Morfeo te lleva, es la que intenta evitar. "Y si nadie me busca, ¿quién me encontraría?".

En ese frío hueco vacío que de noche sentimos cuando estamos apesadumbrados, seguía siendo el mismo, y así retomaba su vida.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¿buscar o esperar? un buen dilema, bien trabajado, bien explicado, con todos los recovecos de sus incertidumbres y angustias, con esos pies que se mueven nerviosos bajo las arrugadas sábanas, hasta quedar dormidos con ese cuerpo en estado de fragilidad en ese momento de extrema soledad cuando nos preguntamos aquello que León se preguntó. Hace tiempo que no pasaba por aquí. Hace tiempo también que no escribías. No dejes de hacerlo.
Me gustó más que la ironía o el sarcasmo de aquél final de "ahi va León, ese pobre y triste...".
Hasta aquello que a algunos de nosotros nos saca nada más que algunos improperios o a veces hasta golpes inútiles, el famoso "sistema" que nos tiene caminando por la ciudad, contra nuestra voluntad, lo describes con una suave elegancia, y sobre todo desdén, que es lo que más merece.
Un abrazo,

Marcello

10:05 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

tienes razón, no es León el personaje de esta nueva historia, pero ¿no es León?

10:17 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es mejor sentarse con un café y no sentirse invisible para una persona. ¿Que es la vida sin sentir la mierda de cupido encima?

12:50 a. m.  

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