3.01.2006

3. La Mujer, El Hombre y La Manzana

"Hola", le respondió la mujer. Ahora que estaba más cerca podía ver que su cara parecía cansada. Pero no era anti estético totalmente, era más bien una mirada específica en sus ojos, como si hubiera vivido más de lo que estaba destinada a vivir.

- Así que lees a Nietzsche. ¿Te gusta?- preguntó nuestro personaje algo titubeante. No es raro en él. Siempre le ha tenido miedo a todo lo que no sea él, a todo de lo que no está seguro. Siempre que se enfrenta a alguien nuevo siente una terrible sensación de mareo, como si todo su cuerpo se fuera a derrumbar.

- Sí, así es. Me parece interesante la manera en que piensa, aunque está demasiado definido por sus experiencias.- contestó. - ¿Lo has leído?

¡Oh, una mujer le ha hablado de manera amable!. Si antes estaba nervioso, multiplíquenlo por el infinito. Es realmente increíble lo que pueden hacer las palabras, ya que si mirásemos dentro, muy dentro, de los pensamientos de nuestro amigo podríamos ver que poca parte de él ya está interesado en hablar de filosofía. Que triste es el humano, que olvida tan fácilmente sus objetivos.

- Eh, si. Me encanta Nietzsche... ¿puedo sentarme?- "¿habré sido muy patudo?", pensó.

- Claro.- y volvió a su lectura. Siguió un largo momento de silencio, en donde él pensaba "Que digo?" mientras miraba el suelo, lleno de cerveza derramada, cenizas y colillas de cigarros. Movimientos nerviosos surgían de la nada y su pierna parecía tener vida propia. Zapateaba ferozmente mientras ella pensaba "de qué le hablo?". No había vuelto a leer. Ella estaba tan nerviosa como el, pero no quería demostrarlo. ¿Qué tendrán las relaciones con extraños que nos vuelven locos?, ¿será el miedo al rechazo?, ¿será el miedo.... a qué?.

El sudor corría por las frentes de ambos, pero estaban tan absortos en ellos mismos que no se daban cuenta el uno del otro. Al final la situación se convirtió en una broma irónica, nerviosos por el otro, sin fijarse en esa persona. Lo fácil que se pasa de la atracción al miedo hace pensar si estas dos emociones estarán conectadas, si tendrán alguna escabrosa relación llena de sexo y depravaciones.

- ¿Te gustó el libro?- preguntó el, que ya no soportaba el horrible silencio.

- Sí, bastante.-

El partido había acabado y el bar estaba vacío. Sólo estaban dos personas desconocidas sentadas en un bar sin nombre, en silencio, pensando cada uno en uno mismo, a raíz de otra persona. Una mujer pasaba fuera del bar, venía del supermercado, y dejó caer una manzana, que rodó a los pies de ella. Al momento de recogerla se percató de lo poco que habían hablado, y se sonrojó. El pensó en irse corriendo de esta atrocidad llamada interacción.

La manzana fué colocada en medio de la mesa. Los dos tenían mucha hambre, no sé si de alimentos u de otra cosa. Quizás tenían hambre del otro, quizás la soledad los tenía famélicos, quién sabe. Lo único seguro es que ninguno de los dos, por más aterrorizados que estaban, no podían irse. Simplemente no podían, sus pies no respondían. Querían que los conocieran para poder conocerse ellos mismos. Ella tomó la iniciativa.

- ¿Vamos a otro lugar?, esto está muerto.-

- Está bien. Conozco una calle que te encantará.-

Parecía que el silencio, el miedo, la vergüenza y el hambre social los había acercado, de una manera silenciosa y fatua. Al salir las luces los iluminan. Ella mira hacia abajo, el hacia adelante. Los dos piensan que quizás éste es el momento de decir algo, cualquier cosa.

Los dos callan durante todo el camino.
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